PRENSA

Opinión: Posverdad y antisemitismo. Por David Schabelman

En 2016 “post-truth” fue elegida la palabra del año según el Diccionario de Oxford. Para quien lee o escucha porprimera vez el término “posverdad” se pregunta, al contener el prefijo “pos”, qué hay más allá de la verdad. Error. Posverdad se refiere a un tipo de mentira -la mentira emocional-, por lo que ella misma es una mentira.
Lo cierto es que consiste en decir falsedades que lleguen a las emociones del público para que lo racional mostrado por hechos reales pase a un segundo plano, logrando que sus adherentes sostengan creencias que prácticamente se transforman en dogmas, en fanatismos. Es por eso que, aunque los hechos demuestren lo contrario, las posverdades generan adhesiones incondicionales que perduran a lo largo del tiempo.
En las últimas elecciones norteamericanas los analistas determinaron 217 falsedades en los discursos de los candidatos, afirmando que una semana antes de la elección presidencial por cada mentira de la candidata demócrata Hillary Clinton, el republicano Donald Trump divulgó cuatro. (21 por ciento 79 por ciento). Estos datos se han conseguido mediante lo que se denomina fast-checking (verificación de hechos), que sería el antídoto contra la palabra posverdad.
A través de la posverdad se divulgan noticias falsas, principalmente en los medios alternativos de comunicaciones tales como Youtube o de mensajería instantánea como WhatsApp que, dicho sea de paso, han superado a los medios tradicionales de periodismo.
En septiembre de 2017 The Economist, refiriéndose a la posverdad, mostraba que contenidos en Facebook con información falsa compartían la misma cantidad de aquellos con información veraz. De este modo se ha logrado banalizar la mentira y relativizar la verdad. En definitiva, no estamos hablando de información, sino de desinformación. Y de pronto vivimos en un universo en el que no sabemos cómo discriminar lo verdadero de lo falso.
Hay avances positivos. La Agencia EFE indicó que en enero de 2018 alrededor del 70 por ciento de los “mensajes de odio” fueron retirados de medios sociales por convenios entre la Comisión Europea y las empresas digitales. En educación, la última Cumbre Mundial de Qatar (2017) aconsejó que se eduque para que
los alumnos aprendan a separar lo verdadero de lo falso en las informaciones. Este instrumento mentiroso de persuasión se conoce desde la antigüedad y, en especial para los judíos, no es nada novedoso. Dice José Antonio Zarzalejos: …“dos de los estragos del siglo XX son auténticas fallas en la historia de la humanidad: el nazismo y el estalinismo. Los Protocolos de los Sabios de Sión, una fabulación contra el judaísmo redactado durante la última época de la Rusia zarista, resultó una de las palancas más falsarias empleadas por Hitler para introducir, en el período de entreguerras, el antisemitismo en Alemania y en otros países europeos. Aún lo estamos pagando”.
Es así. Lo están pagando varios países con el preocupante recrudecimiento de la extrema derecha, y lo hemos pagado y seguimos pagando los judíos, que tenemos como principal ejemplo los intentos de desacreditación de lo sucedido en el Holocausto, campo en el que abundan las posverdades de los negacionistas. Muestran toda clase de argumentos falsos a pesar de las fotografías, las filmaciones y los relatos de protagonistas que lo vivieron. Tienen un dogma y se aferran a él.
Sin embargo, recordemos que el Holocausto no es una causa, es un efecto. Ha surgido del antisemitismo, un sentimiento visceral que está por encima de toda razón. Por eso decía Sartre: “El antisemita primero es antisemita y luego busca las razones para serlo”. Conozco y he participado en los esfuerzos por limar asperezas entre judaísmo y cristianismo. Hay al respecto acciones importantes, intensas, por parte de instituciones judías y de prestigiosos autores de libros y artículos.
Sin embargo, ¿se ha logrado disminuir el antisemitismo? Lamentablemente, a la vista de los hechos actuales, la respuesta es negativa, y es porque estamos luchando contra posverdades, contra dogmas internalizados a lo largo de 2.000 años.
¿Es necesario que las instituciones revean lo que están haciendo? Quizás sí, pero no porque estén actuando equivocadamente, sino porque siempre es bueno hacer un alto en el camino y evaluar las fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas (FODA) que se nos presentan. ¿Habrá algún modo de actuar más sobre la emoción que sobre la razón en estos campos? No lo sé. Nuestras verdades acerca del Holocausto son tan dramáticas, tan horrorosas, que no necesitamos posverdades. ¿Qué es entonces lo nuevo? Que una antigua estrategia se ha oficializado actualmente a través de un término engañoso, lo cual ha puesto en alerta a la educación y al periodismo. Es justo decir también que no siempre la apelación a nuestras emociones es negativa. Dice Rorty que “La cabaña del tío Tom fue una novela que tuvo mucho mayor efecto sobre el problema de la esclavitud que cualquier tratado filosófico o cualquier proclama política”. Pero ese es otro asunto. Si bien hablamos de un tema difícil de resumir en un artículo de estas características, confío en que mentes lúcidas lo retomen, reflexionen y nos brinden sugerencias para vivir en sociedades hermanadas en la tolerancia y el respeto por el otro.