PRENSA

Opinión: La visión sionista de Teodoro Herzl

El legado monoteísta del Patriarca Abraham, el liderazgo nacional y ético de Moisés, la trascendencia moral de los Profetas, la riqueza talmúdica de los Enciclopedistas, el pensamiento unificador judío del Rambam, los escritos poéticos de Iehuda Halevy, “Roma y Jerusalem” de Moisés Hess, “Autoemancipación” de León Pinsker y, fundamentalmente, el sufrimiento judío, de casi 2000 años de exilio, sembraron el sendero de un visionario que, ante tanta ignominia, ante tanto dolor, decidiera brindar su energía y su vida entera al ideario del renacimiento de un Estado-Nación en las tierras de sus ancestros: Israel.
Teodoro Herzl, reconocido periodista europeo, en una de sus periódicas visitas a la ciudad de Paris, se siente definitivamente conmovido por la tragedia desatada en el caso Dreyfus.
Descubre al antisemitismo reinante en las entrañas mismas de ese mismo pueblo hacedor, un siglo antes, de la Revolución Francesa. Ya se habían producido también, con inusitada y renovada crueldad, los primeros pogroms contra la judeidad rusa y ucraniana.
A partir de ese instante Herzl no tuvo más descanso; arremetió contra viento y marea, convenció a ricos y a pobres y se plantó ante los poderosos y los intereses creados.
Así, en 1897 se inaugura en Basilea el primer Congreso Sionista. Herzl ya era un motor que no podía detenerse. Su tremenda voluntad, su total dedicación a
la causa que creía necesaria, justa, impostergable e inclaudicable, orientaron sus fuerzas al servicio de un ideal nacional judío: el Sionismo.
Herzl muriò en 1904, a los 44 años de edad, en su plenitud intelectual y humana. «SI LO QUERÉIS NO SERÁ UNA LEYENDA” dijo. Y sucedió que “quisieron y no fué una leyenda”. El milagro se produjo en 1948 con la creación del Estado Judío: “MEDINAT ISRAEL”.

Por Víctor Zajdenberg