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Revista Compromiso: Entrevista al embajador de Israel en Argentina

Ilan Sztulman nació en San Pablo, Brasil, en 1957 y dieciocho años después concretó su aliá (inmigración a Israel); estudió en la Universidad; hizo el ejército donde fue herido y alcanzó el grado de mayor; fue fundador de una empresa fotográfica y de una manera inusual se integró a la Cancillería israelí, y hoy es quien representa al Estado de Israel en la República Argentina. Su identificación con el ideal sionista, comenzó desde la cuna, pues su padre, David z’l concretó su aliá en 1947 desde Brasil adonde había llegado con su familia de Polonia antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, y el 14 de mayo de 1948 estuvo en las inmediaciones del Museo de Tel Aviv, donde David Ben Gurion dio lectura a la Declaración de la Independencia del Estado de Israel.

-Compromiso: ¿Qué inspiró en usted su padre?
-Ilan Sztulman: Mi papá nació en Lublin, Polonia. Salió con sus hermanos doce días antes que entraran los alemanes, y ahí se separaron pues un hermano fue a los Estados Unidos, dos a Israel y él a Brasil con su papá, mi abuelo, quien consiguió un visado a ese país, donde pasó todo el período de la guerra. Mi padre era muy sionista; en Polonia rompió con su abuelo porque se cortó los peies y era miembro de Betar. En el ’47 se fue a Israel, donde conoció a Beguin y pasó algunos años, hasta que lo enviaron de regreso a Brasil como sheliaj (enviado representante de Israel), porque hablaba portugués y creó el movimiento juvenil sionista Dror Habonim, en el cual conoció a una brasilera mucho más joven; mi mamá tenía 14 años menos que mi papá, se casaron y se fueron a Israel. Mi hermana mayor nació en el kibutz (granja colectiva), donde estuvieron unos tres años; eran tiempos muy difíciles en Israel. Ellos vivían en el kibutz Kfar Sol, cerca de Ramat Hagolan, donde nació mi hermana mayor. En la zona donde estaba el kibutz los sirios bombardeaban diariamente. Luego de tres años mi mamá dijo “no puedo más” y volvieron a Brasil, donde yo nací en 1957.
Mi papá conmigo hablaba en hebreo, no en portugués. Un hermano, que Ilan Sztulman nació en San Pablo, Brasil, en 1957 y dieciocho años después concretó su aliá (inmigración a Israel); estudió en la Universidad; hizo el ejército donde fue herido y alcanzó el grado de mayor; fue fundador de una empresa fotográfica y de una manera inusual se integró a la Cancillería israelí, y hoy es quien representa al Estado de Israel en la República Argentina. Su identificación con el ideal sionista, comenzó desde la cuna, pues su padre, David z’l concretó su aliá en 1947 desde Brasil adonde había llegado con su familia de Polonia antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, y el 14 de mayo de 1948 estuvo en las inmediaciones del Museo de Tel Aviv, donde David Ben Gurion dio lectura a la Declaración de la Independencia del Estado de Israel. También vivía en Brasil, tenía una fábrica y negocios y le ofreció trabajo a mi papá, pero él le dijo “quiero trabajar en la comunidad” porque siguió siendo sionista, y dirigió una de las escuelas judías, creó otro movimiento juvenil sionista, Jazit Hanoar y fue docente de Historia en la universidad. Estando yo en Israel fui herido en el Ejército; entonces mis padres decidieron dejar todo y venir a Israel, donde mi papá vivió sus últimos 25 años, pues su plan de vida fue siempre el movimiento sionista y la comunidad judía”. Con relación a la guerra de la Independencia, mi papá contaba muy poco.

-C: ¿Cómo fue su paso por el ejército?
-I.S.: Llegué a Israel en el ’75, estudié en la universidad y cuando terminé, en el ’78, entré al ejército, en una unidad de tanques donde estuve cuatro años y medio, casi cinco, hasta fines del ’82, con el grado de Teniente. Después de dos o tres años de miluim (reserva) me dieron el mando de una compañía y me ascendieron a Capitán y, tiempo después, a Mayor.
-C: ¿Cómo fueron sus años después del ejército?
-I.S.: En Israel luego de terminar el ejército en el período normal, se pertenece a la reserva por muchos años, y cada año uno es convocado por un mes. Cuando pasé los 40 años ya no podía hacer miluim en la unidad en la que yo estaba, y me preguntaron si quería hacer algo diferente. Yo era fotógrafo y pregunté qué me ofrece el ejército y me dijeron que podían hacer una conexión con Cancillería por un mes. Me dije interesante, esto me interesa. Empecé y una semana después se firmó el tratado de Camp David, cuando comenzó la segunda Intifada y en vez de quedarme un mes estuve cuatro como reservista. Era el año 2000 y el Canciller y el Director General me dijeron que abandonara el ejército y me sumara a ese Ministerio. Les contesté que soy reservista, yo parezco más joven de lo que soy, pensaron que tenía 30 años o algo así. Ellos me dijeron «estudiaste Relaciones Internacionales, sí quieres hablamos». Volví a mi casa, le pregunté a mis hijos qué opinaban, y me contestaron que podía ser. Así llegué a la Cancillería donde trabajé, sin salir al exterior, hasta que todos mis hijos crecieron. Nunca pensé en ser diplomático, hasta que decidieron reabrir el consulado en San Pablo, la ciudad donde nací y crecí, tengo familia y amigos de la infancia, entonces me dije esto quiero hacerlo, y en 2010 fui como Jefe de Misión. Luego de concluir mi estadía en San Pablo, en 2013, volví a Israel y un año después fui nombrado Jefe de Diplomacia Pública en la Embajada del Estado de Israel en Washington, D.C., Estados Unidos, país donde Israel tiene diez consulados con la finalidad de fortalecer las relaciones entre Israel y el pueblo estadounidense y en agosto del 2016 me designaron Embajador en la República Argentina.

-C: ¿Cuál es la relación entre el Estado de Israel y las comunidades judías del mundo, y especialmente la de la Argentina?
-I.S.: Es una pregunta compleja. No creo que haya diferencias en la relación de Israel con la diáspora y la diáspora con Israel. La relación es una. Nosotros, en mi opinión, somos un pueblo, del que la gran parte hoy está concentrada en el Estado de Israel y parte está fuera del Estado de Israel, pero al final de cuentas somos un pueblo con instituciones diversas, en las que siempre discutimos uno con otro, es así, pero somos un pueblo y punto. El hecho de que estamos separados es la fuerza que tenemos, porque en todo el mundo tenemos miembros con los que podemos trabajar agendas comunes. También hay instituciones, como la Agencia Judía, que su centro está en Israel pero trabaja para el pueblo judío que vive fuera de Israel. Otra institución es el Congreso Judío Mundial que situado en Washington efectúa una política judía global, una situación similar para Latinoamérica la realiza el Congreso Judío Latinoamericano. Algunas Instituciones tienen una agenda con una mirada más centrada en Israel y otras la tienen más centrada en el pueblo judío, pero todas, al final del día, poseen una dinámica para hacer lo que es bueno para el pueblo judío.
A veces ante a una situación especial, que puede ser una guerra o un proyecto social, el Estado de Israel pide la ayuda del pueblo judío de la diáspora y a veces puede ocurrir lo contrario, cuando hay una comunidad judía que está en dificultades, entonces el Estado de Israel va, se organiza y hace todo lo posible para ayudarlos. Un ejemplo es la comunidad de Etiopía donde se hizo todo lo posible para llevarlos a Israel. Hay muchas otras de las que no se habla. El Estado de Israel hace mucho por la comunidad judía: nosotros, desde el punto de vista económico, invertimos más en la comunidad que el dinero por donaciones que conseguimos para distintos proyectos. Pero está bien, tiene que ser así. La relación es dinámica e interdependiente. Israel sin el pueblo judío no tiene razón de ser, Israel es el Estado de los judíos, no sólo de los judíos que están en Israel y por eso la ley en Israel da la posibilidad de que cualquier judío, o hijo de judío, o nieto de judío o bisnieto de judío que quiere vivir en Israel obtenga en el aeropuerto el pasaporte y la ciudadanía israelí. Esto demuestra la conexión que tenemos con las diversas comunidades judías del mundo, algo que no pasa con muchos países.

-C: ¿Podrían los judíos de la diáspora, desde sus países ser ciudadanos de Israel?
-I.S.: La ley en Israel es muy clara, aquel judío que quiere vivir en el Estado de Israel puede tener la ciudadanía; no vemos la razón de que un ciudadano argentino o francés que no quiera vivir en Israel tenga la ciudadanía israelí, ¿para qué la quiere, si no participa de la vida nacional israelí? Si un judío de cualquier lugar del mundo entra en Israel y se convierte en ciudadano y luego abandona Israel, para nosotros sigue siendo israelí porque su base de vida era Israel hasta que decidió irse.
Hoy la política no es dar la ciudadanía a alguien que no está dentro del Estado de Israel y no tiene ningún vínculo de vida. Para gente que nunca quiso o quiere vivir en Israel no creemos que haya motivos para darles la ciudadanía como los italianos. Para nosotros la ciudadanía israelí es un derecho, es un privilegio y creemos que es un privilegio para quien quiere vivir en el Estado de Israel. Repito, cualquier judío o descendiente de judío en tres generaciones que quiere vivir en el Estado de Israel será bienvenido y se le dará la ciudadanía, pero judíos que no quieren vivir en Israel no, pueden visitar pero no obtener la ciudadanía. En los casos de España, Portugal e Italia ellos deben tener sus motivos y habrá que preguntarles a ellos.

-C: Al cumplirse 70 años de relaciones diplomáticas entre Israel y la Argentina, ¿cuál es su mensaje?
-I.S.: En el año 2019 se van a cumplir 70 años de relaciones diplomáticas entre Argentina e Israel y nosotros vamos a celebrarlo. Estamos trabajando junto con la Embajada de Argentina en Israel, pues hoy tenemos una relación muy cercana con el embajador Mariano Caucino y estamos haciendo un plan de trabajo. Creo que Argentina fue uno de los primeros países que reconoció al Estado de Israel, y el primer embajador argentino, fue un miembro de la comunidad judía, Pablo Manguel, a quien homenajearon este año en Israel con la presencia de su familia. La amistad a la que llegamos en los últimos años entre Israel y el Estado argentino es algo que tenemos que celebrar y vamos a hacer un programa de actividades para ello.

 

Por Víctor Zajdenberg