PRENSA

Auschwitz, una bofetada al Dios vivo, por Mario Eduardo Cohen

Recordamos mañana, 27 de enero, el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto. Debemos una reflexión sobre el tema, ya que no se trata de un pasado pasado sino de un pasado presente. Lamentablemente, los fanatismos son aun más extremos que hace siete décadas, las armas son más letales y crece cada día el riesgo de que vuelva a ocurrir un genocidio de la magnitud del Holocausto.
Hace 72 años finalizaba la pesadilla de la noche más oscura de la historia, en Auschwitz-Birkenau. Fueron allí diezmadas 1.100.000 personas. Para el historiador Henry Feingold: “Auschwitz fue también una expresión del moderno sistema fabril. En lugar de producir mercaderías, utilizaba seres humanos como materia prima y obtenía la muerte como producto final”. El recientemente fallecido Zygmunt Bauman apuntó que la civilización moderna tuvo un rol muy activo en el desencadenamiento y su ejecución; pues imperaron criterios de orden y economía del gasto priorizados por la sociedad contemporánea.
El historiador Raoul Hilberg plantea a sus lectores: «¿No estarían ustedes más contentos si se hubiera demostrado que todos los que lo hicieron estaban locos?»; es elocuente y alarmante su respuesta: «(Los perpetradores) fueron hombres educados y de su tiempo». La alienante propaganda nazi (según Omer Bartov) llevó a que se pudiera escuchar a Wagner, leer a Goethe y, en el mismo día, asesinar o facilitar que otro asesinara.
El nazismo propugnaba un hombre autoritario, impiadoso y sin responsabilidad con los demás. Auschwitz era apenas un engranaje dentro del sistema masivo de aniquilación de judíos (también fueron asesinados patriotas rusos y polacos, gitanos, homosexuales, etc.). Recordemos, por ejemplo, que apenas unos 3.000 miembros de grupos paramilitares nazis entraron en 1941 durante la invasión a Rusia, masacrando a sangre fría a casi 1.500.000 judíos y patriotas rusos; lo cual sólo pudo concretarse con la complicidad de los colaboracionistas y la indiferencia del mundo.
Para que estos hechos no se repitan contra ninguna minoría, debemos crear una cultura de la Memoria y la Educación, dirigida al respeto por el otro. Tenemos la obligación de no olvidar, recordar y hacer recordar, manteniendo una actitud de responsabilidad solidaria con el prójimo.
 
El Papa Francisco convoca a no desatender el objetivo. Señaló en 2016: “La Shoá nos enseña que siempre es necesario la máxima vigilancia para poder intervenir inmediatamente en defensa de la dignidad humana y de la paz”. Ya había expresado en otros tiempos: “La raza pura, el ser superior, son los ídolos sobre la base de los que se conformó el nazismo… cada judío que se mataba era una bofetada a Dios vivo en nombre de los ídolos”.
Tenemos que advertir que si el género humano permitió este suceso una vez… puede volver a repetirse.
* El autor es Presidente del Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí, CIDICSEF (FESELA)