PRENSA

Cruces en el inicio del diálogo de paz sirio

Las conversaciones de paz que buscan terminar con la guerra civil en Siria arrancaron ayer, en Suiza, con ‎posiciones encontradas sobre el futuro del presidente Bashar al-Assad. No sólo el régimen y la oposición ‎expresaron airadamente su mutua hostilidad. Las potencias mundiales también ofrecieron visiones ‎diferentes sobre una eventual salida del poder del líder sirio.‎
La disputa sobre el papel de Al-Assad en la reunión preparatoria de ayer en Montreux fue un mal augurio ‎para la conferencia internacional de paz que se celebrará a partir del viernes en Ginebra y en la que ‎participarán las dos delegaciones sirias bajo la mediación de Naciones Unidas y la Liga Árabe. Aunque sin ‎objetivos concretos definidos, la cumbre debe impulsar un plan de transición que desemboque en unas ‎elecciones democráticas para un país destruido por tres años de guerra civil.‎
Pero lejos de acercar posiciones, la reunión preparatoria mostró las grandes diferencias que separan al ‎régimen y a la oposición. Apenas empezó el encuentro, el ministro de Relaciones Exteriores de Siria, ‎Walid al-Moualem, insistió en que Al-Assad no cederá ante las exigencias internacionales y no abandonará ‎el poder. «Al-Assad no se va», sentenció. El canciller sirio tuvo palabras duras contra los rebeldes, a los ‎que calificó de «traidores» y acusó de sembrar de «terroristas» el país con la ayuda de los gobiernos de ‎Arabia Saudita y Turquía, entre otros.‎
Las acusaciones de Al-Moualem tuvieron una fuerte réplica por parte del líder rebelde Ahmed Yarba, ‎presidente de la Coalición Nacional Siria. Yarba acusó al presidente sirio de perpetrar «crímenes de guerra ‎al estilo nazi», en referencia al informe divulgado anteayer sobre supuestas matanzas sistemáticas de miles ‎de prisioneros en las cárceles de Al-Assad. El líder rebelde exigió que la delegación del régimen firme un ‎plan para entregar el poder.‎
Auspiciadas por Estados Unidos y Rusia, las negociaciones de paz sobre Siria reflejan las crecientes ‎preocupaciones mundiales por una guerra que ha causado más de 130.000 muertos, ha dejado a millones ‎de personas sin hogar y amenaza con provocar un estallido bélico regional.‎
El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, se hizo eco de la opinión rebelde en relación con la ‎salida del poder de Al-Assad bajo los términos del acuerdo internacional de 2012, que instaba a la ‎formación de una coalición interna.‎
Pero el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov, dijo que todas las partes tenían un rol que ‎cumplir y condenó las «interpretaciones tendenciosas» del pacto del 2012.‎
Arabia Saudita, que apoya a los rebeldes sunnitas, exhortó a que Irán y su aliado libanés chiita Hezbollah ‎retiren sus fuerzas de Siria. Una exigencia a la que no pudo contestar el régimen de Teherán, cuya ‎invitación a la cumbre fue retirada a última hora por Naciones Unidas tras las presiones de Occidente y la ‎oposición siria.‎