PRENSA

Un tema duro, pero malogrado

En el campo nazi de concentración y exterminio de Auschwitz existió un lugar, el bloque 31, al que los nazis llamaban Kinderlager porque allí amontonaban a 521 niños. Chicos que de forma clandestina fueron instruidos escolarmente. Para lograrlo se contó con una biblioteca de 9 libros al cuidado de una chica de 14 años: «Historia del mundo» de Wells; una Gramática rusa; un atlas universal; un tratado elemental de álgebra; un ensayo de Freud; una novela rusa sin cubierta, «Las aventuras del buen soldado Svejk» de Hasek, «El conde de Montecristo» de Dumas, «La montaña mágica» de Mann. Ese asunto el periodista aragonés Antonio Iturbe, director de la revista española «Qué leer», lo encontró en un fragmento del libro del argentino Alberto Mangel «La biblioteca de la noche». Allí cuenta que entrevistó al escritor Ota Kraus, un maestro y escritor judío checo, que le habló de aquella «biblioteca infantil clandestina». Le dijo, que era escondida por una chica llamada Dita, con la que más tarde se casó. A partir de allí, Iturbe, inició una investigación que fue ayudada por el azar y que culminó con la publicación de «La bibliotecaria de Auschwitz».