PRENSA

La sobreviviente que resistió al nazismo

Barbara Ledermann nunca imaginó que su amiga de la infancia fuera capaz de escribir lo que finalmente escribió. Mucho menos pudo imaginar la trascendencia mundial que tendrían los manuscritos que había dejado casi inocentemente. Por eso, cuando leyó por primera vez, en 1947, el Diario de Ana Frank, se sintió, de golpe, conmovida. Esa chica inquieta y traviesa con la que había compartido su niñez en Amsterdam dejaba de pronto un legado que sería considerado tiempo después uno de los libros más significativos a nivel mundial en materia de derechos humanos. La Casa de Ana Frank en la Argentina invitó a Ledermann para celebrar un nuevo aniversario de su apertura y los 84 años del nacimiento de la joven víctima del nazismo. La Legislatura porteña, además, declaró a Ledermann, miembro de la resistencia holandesa durante la ocupación alemana, Huésped de Honor de la ciudad. En 1933, las familias de Barbara y de Ana, ambas judías, se escaparon cada una por su lado de Alemania y se instalaron en los Países Bajos. Barbara tenía por ese entonces apenas ocho años. «Nosotros vivíamos en Berlín y cuando Hitler llegó al poder decidimos irnos para Holanda. Los Frank hicieron lo mismo desde Frankfurt. Al poco tiempo de haber llegado a Amsterdam, mi hermana y yo ya estábamos jugando con Ana Frank y su hermana mayor, Margot. Eramos vecinos y vivíamos en una zona que estaba frente al río. Con Margot, además, íbamos juntas a la escuela, teníamos la misma edad, así que pasaba mucho tiempo con ella o con Ana, que tenía tres años menos», cuenta Barbara a Página/12.