PRENSA

Discurso Acto Iom Hashoá por Dr. Julio Schlosser

Nuestro país está de duelo por consecuencia de las inundaciones. Sin embargo la gente que nos acompaña y la que está afuera y la que hemos visto ayer en la Catedral y la que hemos visto en todos los lugares dio un ejemplo de aquello que debe ser la humanidad.

Les pido que en honor a los muertos de esta inundación nos pongamos de pie y hagamos un minuto de silencio.

Señoras, señores, queridos sobrevivientes:

Estamos congregados para recordar, para honrar, para hacer honor al legado sagrado de nuestros mártires. Nuestra memoria rinde tributo a los héroes que combatieron en los guetos y en los bosques en ofrendar sus vidas enarbolando la bandera de la dignidad, de no resignarse jamás de luchar por ideales humanistas enraizados en la milenaria tradición judía.

Se cumplen un nuevo aniversario del admirable levantamiento del Gueto de Varsovia. Hace pocos días en Salónica, el 18 de marzo, conmemoramos la partida del primer tren de judíos griegos hacia Auschwitz.

Los jóvenes héroes, encabezados por Mordejai Anielevich, como recién se dijo, no pretendían la utópica derrota del ejército nazi sino la victoria de la dignidad humana, de lo valores éticos más inextensos. A ellos, nuestra eterna gratitud, honraron la vida sacrificando la propia.

Saludamos con emoción a nuestros hermanos sobrevivientes aquí presentes y a través de ellos a todos los que resistieron con heroísmo, con tenaz voluntad de vivir en aquellos tiempos de horror. Su presencia constituye un testimonio viviente de la Shoá y de la trasmisión de la antorcha sagrada de la memoria.

La Shoá constituye una bisagra de la historia, un antes y un después. Fue una tragedia específica pero de significación y de trascendencia universal. Sus lecciones nos enseñan que el exterminio del judaísmo europeo ocurrió, no sólo por la industria de la muerte y la tecnología del terror nazi, sino esencialmente por la ideología del odio genocida adoptada como política oficial de un Estado.

La Shoá germinó en una de las sociedades más cultas de Europa.

El odio antisemita fue la fuerza motriz que alimentó la discriminación.

Las deportaciones, el exterminio, fue lo que permitió asesinar a niños frente a sus padres y a hijos frente a sus padres.

Por primera vez en la historia de la especie humana un Estado moderno, inserto en el centro del continente más culto y civilizado tomó la decisión de señalar, aislar de su entorno e humillar hasta la degradación, torturar y asesinar a todos y cada uno de los integrantes de un grupo étnico, no sólo en el país donde surgió el monstruo, no sólo en el continente que lo albergó, sino en cada rincón del planeta.

El antisemitismo no es un problema judío, como recién refería la Doctora, sino de la sociedad que lo alberga y lo tolera.

Nuestro compromiso, nuestro deber moral, de combatir este flagelo es irrenunciable y hacia la propia dignidad, pero reafirmamos con profunda convicción que la solución del recurrente odio antijudío no debe ser buscado en la lucha permanente de nuestra comunidad contra los antisemitas, es injusto e indigno depositar en las víctimas el hacerse responsables de terminar con su victimización.

Nos preguntamos si hay palabras que nos permitan describir y expresar la dimensión del horror, la escala de las atrocidades, el sufrimiento vivido, el exterminio de millones de seres humanos por su sola condición de judío.

Nos vienen a la mente y se nos estruja el corazón los rostros de niños llevados a la cámara de gas o ejecutados a balazos frente a fosas comunes que sus propios padres fueron obligados a cavar.

El certificado de nacimiento de cada niño judío, se había convertido de hecho en su sentencia de muerte.

Sentimos un profundo estremecimiento al recordar el imperio del mal absoluto al conmemorar el exterminio de más de un tercio de nuestro pueblo, el crimen masivo de millones de seres humanos de diversos credos y nacionalidades.

Es cierto que no todas las víctimas del nazismo fueron judías, pero todos los judíos fueron sus víctimas.

A comienzos de la década del ´40 había en el mundo tres clases de países, aquellos en los que los judíos no podían vivir, aquellos en que a los judíos se les impedía ingresar y el mundo supo, y permaneció en silencio.

Los verdugos contaron con la complicidad de la indiferencia, con la conspiración del silencio de tantos gobiernos.

Nuestros hermanos fueron víctimas de una siniestra secuencia que transitó de la difamación a la demonización y de allí a la degradación, luego a la deshumanización y finalmente al exterminio.

Avergüenza recordar la complicidad de los sectores más cultos y encumbra de la sociedad alemana de entonces. De profesionales de las más diversas disciplinas que contribuyeron activamente con su formación académica a la planificación y al diseño de la industria del exterminio de millones de seres humanos.

El asesinato a sangre fría y la cultura no eran excluyentes. La Shoá nos demostró que una misma persona puede amar la poesía y asesinar a niños.

El siglo XX marcado a fuego por la Shoá, no sólo fue la era de la atrocidad sino también de la impunidad. Pocos, muy pocos verdugos fueron llevados al tribunal de justicia.

Nuestro compromiso con la memoria sagrada de nuestros hermanos exterminados nos hace proclamar No a la impunidad ante los genocidas responsables de delitos de lesa humanidad cualquiera sean sus víctimas donde quiera que se cometan estos crímenes.

Señoras, señores, queridos sobrevivientes: estamos aquí para honrar la memoria de las víctimas para asumir el sagrado deber de dar testimonio y no cesar en la tareas de denunciar cada día, cada hecho, cada expresión pública que pretenda retrotraernos a un pasado horroroso.

Nos congrega un solo acto de recordación, nos congrega a un recordatorio para actuar.

La memoria debe constituirse en el sustento de nuestro renovado compromiso para impulsar aquellos principios y valores que vemos reflejado en los combatientes del Gueto de Varsovia. Recordar no es vivir en el pasado, es construir un futuro mejor para nuestros hijos, para nuestros nietos, para la humanidad toda.

No debemos nunca más tolerar la indiferencia. En lo que denunciamos y mucho más en lo que hagamos estamos diciendo qué clase de comunidad somos y que clase de sociedad argentina constituimos y qué calidad de seres humanos nos distinguen.

La indiferencia es lo que hace el humano al ser humano con ella se desdibuja la línea entre la crueldad y la compasión, entre el crimen y el castigo, entre el bien y el mal. El haber abandonado a su suerte a hermanos constituyó el elemento fundamental que contribuyó a su exterminio.

Señoras, señores, la Shoá ocurrió porque hubo señales de lo que vendría y que fueron desoídas. Porque se minimizaron las amenazas de un déspota sanguinario y sus acólitos que preanunciaron sin eufemismos sus siniestros planes que anunciaron en la solución final más de diez años antes de perpetrar.

Hoy asistimos a las amenazas de un Jefe de Estado, el de la República Islámica de Irán, de borrar al Estado de Israel del mapa, de su infame negación de la Shoá que agravia a la memoria de nuestros mártires y ofende la dignidad de cada uno de los sobrevivientes. Y a más de los argumentos jurídicos que puedan decirse respecto del Memorándum que hemos rechazado, esta afrenta a los muertos de la Shoá hace inadmisible todo acuerdo con ese Dictador.

Es claro el compromiso que mantenemos con la International Task Force, de cuyo capítulo argentino junto a tres ministerios formamos parte, no vamos a cejar en nuestro esfuerzo de que la Shoá sea enseñada como establece nuestras leyes como quedó establecido en nuestro país.

Vamos a trabajar para que esta obligatoriedad, de la enseñanza de la Shoá, se replique en los países americanos que se dicen hermanos de nuestro país.

Recordar no es instalarse en el pasado sino asumirlo, aprender de sus enseñanzas, recoger sus lecciones y trabajar cada día honrando la memoria de los mártires y de los héroes. Ello significa combatir la injusticia, denunciar todo hecho de discriminación, xenofobia, antisemitismo, o cualquier otra forma de discriminación con cualquiera de los 17 grupos que hoy son víctimas de este flagelo.

En la convivencia está el secreto de generar una nación donde uno se sienta orgulloso de vivir. El rechazo a los que la agravian y diseminan el germen del odio es un compromiso ineludible de todos los argentinos.

La única garantía de que exista un futuro es no dar el futuro por garantizado.

Recordar es revalorizar el proyecto de futuro asegurándolo para nuestros hijos y para las generaciones venideras. Es nuestro deber, es nuestro compromiso.

Sra. Vicepresidenta de la Corte: es nuestro deber, pero a la vez es nuestro compromiso, y tal como usted lo hizo no nos cansaremos de repetirlo.

A los negadores contemporáneos les decimos que aquí, los presentes asumimos el compromiso de trasmitir las enseñanzas del horror y junto a los sobrevivientes cuando se escuche el Himno de los Partisanos para que codo a codo el mundo nos escuche decir: estamos aquí. Hoy, acá la comunidad argentina toda esta unida toda en repudio a la Shoá y en repudio a sus negadores.

Porque estamos convencidos que tenemos memoria porque un pueblo, un país que no tiene memoria no tiene futuro y los judíos y nuestro país, la Argentina, tienen futuro.