PRENSA

Argentinos argentinos. Por Pepe Eliaschev

En la matanza de julio de 1995 en Buenos Aires fueron asesinados 85 argentinos. ¿Argentinos? Para el jefe de la ‎bancada kirchnerista en el Senado las cosas no fueron ‘tan’ así. Sus palabras fueron claras, rotundas, ‎irreparables. El atentado a la AMIA, dijo el jueves, les costó la vida a ‘argentinos de religión judía y a argentinos ‎argentinos’. O sea que, para empezar y siempre según Miguel Ángel Pichetto, que de él escribo, sus ‎compañeros de bancada Daniel Filmus y Beatriz Rojkés de Alperovich no son ‘argentinos argentinos’.

Pichetto es funcionario público desde 1985. Porteño de 62 años, ha pasado más de la mitad de su vida cobrando ‎sueldos del Estado. Egresado de la Universidad Nacional de La Plata en 1976, fue electo intendente de la ‎rionegrina Sierra Grande en 1985, diputado provincial de 1988 a 1993, diputado nacional de 1993 hasta 1997 y ‎senador nacional desde 2001, hace doce años, siempre por el peronismo. No es un hombre de lengua suelta. ‎Tampoco es un novato que mete la pata y se equivoca así nomás. Como diputado fue un fervoroso menemista ‎en los años 90, y como senador ha sido un igualmente obediente paladín kirchnerista.

Sus horripilantes palabras fueron una calamidad. ¿Argentinos argentinos? El 18 de julio de 1994 una colosal ‎agresión criminal demolió el edificio de la comunidad judía argentina, en Pasteur 633. Del total de las víctimas, ‎siete eran jóvenes trabajadores sudamericanos afectados a obras de refacción en la AMIA (seis bolivianos y un ‎chileno). De ese total de 85, 28 no habían cumplido 31 años, incluyendo 18 que ni siquiera pudieron llegar a los ‎‎23 años.

‎¿Cómo llamaría el jefe de los senadores peronistas a esos siete trabajadores sudamericanos que no eran ‎judíos? ¿Eran ‘argentinos argentinos’, o ‘argentinos de religión judía’ criaturas como Yanina M. Averbuch (20 ‎años), Emiliano G. Brikman (20), Paola S. Czyzewski (21), Cristian A. Degtiar (21), Ingrid Finkelchtein (18), Cynthia ‎V. Goldenberg (20), Analía V. Josch (20), Carla A. Josch (17), Agustín D. Lew (21), Ileana Mercovich (21), Marisa R. ‎Said (22), Liliana E. Szwimer (22) y Mariela Toer (19)? A todos ellos los mató el terrorismo fundamentalista.

El cabo 1º de la Policía Federal Argentina José López Rega, no sólo fue ministro de Bienestar Social de este país ‎del 25 de mayo de 1973 al 11 de julio de 1975. Más importante, fue secretario privado y mano derecha de Perón ‎desde fines de los años ’50 hasta la muerte del caudillo, el 1º de julio de 1974. Lopecito (como lo llamaba ‎cariñosamente Perón) tuvo que abandonar el país el 11 de julio de 1975, pero lo hizo como el embajador ante ‎España de la Argentina peronista, cargo que retuvo hasta el 18 de junio de 1976, cuando ya era presidente el ‎general Jorge Rafael Videla.

Ascendido de cabo 1º a comisario general de la Policía Federal Argentina el 3 de mayo de 1974, López Rega, que ‎había nacido en Buenos Aires el 17 de octubre de 1916, permaneció prófugo de la justicia durante diez años.

Detenido en 1986 en los Estados Unidos, la Argentina democrática presidida por Raúl Alfonsín consiguió ‎extraditarlo y procesarlo aquí por asociación ilícita, secuestro y homicidio en el marco de los juicios a los ‎responsables del terrorismo de Estado que resolvió y ejecutó el gobierno de Alfonsín.

López Rega murió en Buenos Aires a los 72 años, el 9 de junio de 1989, mientras cumplía prisión preventiva y ‎aguardaba la sentencia por sus crímenes como organizador y comandante estratégico de la banda criminal de ‎ultra derecha Triple A, creada al amparo de aquel gobierno peronista.

Su libro ‘Astrología esotérica. Secretos develados’, un volumen de 737 páginas publicado en 1962, cuando López ‎Rega ya trabajaba para Perón, desarrolla disparates colosales y fábulas de locura.

En ‘El resucitador’, un ahora rescatado artículo escrito por Tomás Eloy Martínez y publicado por ‘El Nacional’ de ‎Caracas cuando Venezuela era una democracia, el entonces exiliado escritor argentino sintetiza el libro de López ‎Rega, del que poseía un rarísimo ejemplar, de esta manera: ‘(Es) un plan de dominación universal que proponía ‎en nombre de los profetas Antulio, Elías, Abel y Mahoma la fundación de una nueva iglesia y el exterminio de ‎los sinarcas (sic), los sionistas, los comunistas y los incrédulos’.

Ese López Rega que ya en 1962 hablaba de exterminar a ‘los sionistas’, ¿en qué se diferencia del jefe de los ‎senadores kirchneristas, que habla de ‘argentinos argentinos’, como algo diferente (tal vez más puros) que ‘los ‎argentinos de religión judía’? No es una pregunta menor. Por alguna razón el oficialismo ha elegido y mantiene a ‎este hombre al frente de una bancada oficial que viene de darle a Cristina Kirchner media sanción a la ley que ‎convertirá al tratado con Irán en un compromiso internacional inexorable para la Argentina.

El puñado de diputados que debe darles quórum al oficialismo esta semana en Diputados no parece tener ‎conciencia del enorme agravio a la Argentina que implica promulgar esa ley. Si la tiene, e igual siguen adelante, ‎el lugar que les reserva el futuro es tenebroso.‎