Es por la fecha de liberación de Auschwitz por parte del Ejército Rojo, en 1945, que el 27 de enero fue designado por la Asamblea General de las Naciones Unidas como el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto.
“Esto es el Infierno. Hoy, en nuestro tiempo, el infierno debe de ser así, una sala grande y vacía, nosotros cansados, teniendo que estar de pie, y hay un grifo que gotea y el agua no se puede beber, y esperamos algo realmente terrible y no sucede nada y sigue sin suceder nada. ¿Cómo vamos a pensar? No se puede pensar ya, es como estar muertos. Algunos se sientan en el suelo. El tiempo transcurre gota a gota”, escribe Primo Levi en Si esto es un hombre.
Las palabras de este sobreviviente que contó su historia no contienen adjetivos, pero aun así su monumental obra logra condensar el indescriptible horror y el vacío desesperante del Holocausto, la tragedia que marcó un antes y un después en la historia de la humanidad. La humanidad que Levi y otros millones lucharon por conservar en Auschwitz y en cada pabellón de muerte de los campos de exterminio nazis.
Precisamente, es por la fecha de liberación de Auschwitz por parte del Ejército Rojo, en 1945, que el 27 de enero fue designado por la Asamblea General de las Naciones Unidas como el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto (Resolución 60-7).
Básicamente, la fecha significa lo que su interpretación literal indica, pero también la necesidad de ir un paso más adelante: superando el recuerdo y la conmemoración ineludibles, ¿con qué garantías contamos sobre el mundo que le dejamos a nuestros hijos para que estos hechos no se repitan? ¿Mejoramos nuestra capacidad de convivir aun en la diversidad o hay demasiados retrocesos?
Más allá de los grandes conflictos y matanzas que siguen produciéndose, nuestra vida se entrelaza con diferentes acontecimientos que periódicamente aparecen como señales de alerta.
Grafitis antisemitas en los muros de una institución judía (como ocurrió a fines del año pasado en Río Cuarto), exposición y venta de simbología nazi (como sucede de manera recurrente en locales comerciales), agravios virtuales (por Internet y las redes sociales) y la permanente alusión antijudía cuando se habla del conflicto en Medio Oriente no afectan a la comunidad judía. Su verdadera erosión se produce en el tejido social, más allá de los destinatarios directos.
Cuando en una sociedad alguien decide discriminar a otro, las consecuencias nunca quedan estancas en esa relación bilateral. Con cualquier excusa infundada, el conflicto, de mayor o menor magnitud, estalla.
Estas conductas pueden ser reproducidas o instigadas desde niveles dirigenciales, como en el caso de Irán, cuyo presidente persiste en el negacionismo, una actitud que no reconoce, ni objetiva ni empáticamente, el grave daño causado en el Holocausto. Esto suscita dudas que afectan otras esferas, pero que poseen la misma matriz genética, ¿será posible llevar a buen puerto las conversaciones con un país que sistemáticamente niega el Holocausto y cuyos funcionarios se oponen a enfrentar un juicio como acusados del mayor atentado terrorista ocurrido en Argentina? ¿Habrá suficiente firmeza para lograr la legítima aspiración de justicia de todos los argentinos?
Educación, palabra clave. Córdoba tiene proyectos dignos de destacar en materia de reflexión sobre las grandes matanzas del siglo 20 y la necesidad de ejercitar la convivencia como elemento natural del sistema educativo.
Uno de ellos es la inclusión de los contenidos del Holocausto y el Genocidio Armenio en la currícula de los distintos niveles educativos de la provincia, que se implementó a partir de un convenio firmado por el Ministerio de Educación, el INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo) y las filiales locales de DAIA (Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas) y del CNA (Consejo Nacional Armenio).
Otro logro es el curso de grado “Memoria y derechos humanos en oposición a genocidios y discriminación”, organizado por la Universidad Nacional de Córdoba, INADI, DAIA y el CNA, que desde hace dos ediciones cuenta con una notable participación y repercusiones positivas de distintos sectores de la comunidad universitaria.
Poco a poco, la difusión de estos temas, práctica con la que nuestra filial de DAIA está plenamente comprometida, contribuye a naturalizar su reflexión en ámbitos diferentes y a generar solidaridad y alertas sociales tempranas en contra de la discriminación.
El dolor de la tragedia del Holocausto se siente más en fechas como estas, pero su fortaleza radica en su difusión y tratamiento.
La memoria viva de los sobrevivientes sigue siendo la llaga más visible y aleccionadora del horror padecido. Pero cuando ellos ya no estén, ningún acto conmemorativo tendrá sentido si no hicimos honor a su legado: mostrarle al mundo cómo desterrar el horror, tanto a gran escala como el que corroe cada día y en cada conducta cotidiana.
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