PRENSA

Un hito en la historia de judíos y católicos. Por Claudio Epelman*

El 10 de mayo, tuvimos la oportunidad de participar de un encuentro histórico. Por primera vez, el Congreso Judío Latinoamericano fue recibido por el Papa Benedicto XVI en el Vaticano. En el encuentro, pudimos compartir con el Sumo Pontífice nuestras inquietudes para profundizar el trabajo conjunto que judíos y católicos llevamos adelante para alcanzar la paz y la inclusión.

La delegación latinoamericana, conformada también por los presidentes de las comunidades judías de la región, estuvo encabezada por Jack Terpins, presidente del CJL.

En Argentina, como en toda la región, hay una clara preeminencia demográfica de católicos, donde la Iglesia tiene un importante papel en la construcción religiosa y social, pero donde nuestras comunidades llevan adelante una vibrante vida judía, y donde la relación entre judíos y católicos es un ejemplo no solo de buena convivencia, sino de amistad y cooperación.

A través de un constante ejercicio de diálogo hemos desarrollado modelos de trabajo que nos permiten conocernos mejor y lograr un mayor entendimiento entre las comunidades de fe en el camino para conseguir la Paz. Sin dudas el acuerdo entre las religiones no es la única condición para alcanzarla, pero con seguridad, hace un aporte muy importante en ese sentido.

Sabemos que juntos, como hermanos, podemos irradiar un mensaje a la sociedad en la que vivimos trabajando por quienes más lo necesitan, defendiendo la familia, el pluralismo y la democracia; en un marco de valores comunes de nuestras tradiciones religiosas.

El Congreso Judío Latinoamericano da una alta prioridad al trabajo con el liderazgo de la Iglesia, especialmente en el marco de la Conferencia Episcopal Latinoamericana – CELAM, organización con la que hemos desarrollado un gran vínculo. El Congreso Judío Latinoamericano fue invitado a su Asamblea General de Aparecida, Brasil, en 2007; a organizar un encuentro entre nuestros líderes y la jerarquía de CELAM en México en 2008; a participar conjuntamente representado a Latinoamérica en la reunión del Comité Internacional de Enlace entre Judíos y Católicos, en París en 2011; y este año, en el 50 aniversario del Concilio Vaticano II, que con el documento Nuestra Aetate tanto cambió la relaciones entre nuestras comunidades, hemos realizado por primera vez en forma conjunta una publicación que ofrece una perspectiva de las relaciones entre judíos y católicos en los últimos 40 años; además de invitar a un grupo de curas jóvenes de diversos países a visitar Israel.

Este trabajo sirve de marco a la vinculación que se da en cada uno de los países, en el contacto con las Conferencias Episcopales, con los obispos, con los sacerdotes y los laicos; donde los vínculos interpersonales entre los líderes de ambas religiones se han convertido en un elemento transformador de la realidad, constituyéndose en ejemplos de fraternidad. Muchas de las personas que hoy aquí nos acompañan son los artífices de esta realidad que nos llena de orgullo.

Creemos profundamente en una sociedad plural, que tenga en respeto por la diversidad de sus ciudadanos, donde el prejuicio no tengan lugar, donde sea rechazado el antisemitismo y toda forma de discriminación, porque ni la fe ni la tradición religiosa pueden ser motivo de exclusión o ningún otro aspecto o dimensión de la persona humana.

Valoramos y agradecemos que la Iglesia haya dado un gran paso al establecer las relaciones diplomáticas con el Estado de Israel, con el que tenemos como judíos vínculos espirituales indisolubles. Un estado joven de 64 años en un mundo cambiante en el que reconocemos al viejo antisemitismo disfrazado de antisionismo, buscando socavar las bases morales que sostienen al Estado de Israel.

Es mucho lo que tenemos que hacer en cuanto a la inclusión de los más necesitados. La tradición judía nos llama a reparar el mundo en el que vivimos, haciendo de él uno más justo y solidario. Pobreza y marginación son moneda corriente en importantes sectores sociales. Terminar con esto es parte de nuestros valores comunes, donde es ineludible nuestra responsabilidad por el otro.

Hacemos de éste encuentro nuestra fiesta, y celebramos, con Su Santidad, entre hermanos. Conforme reza la tradición de Israel decimos: Bendito sea Dios que nos ha dado la vida, nos sostuvo y nos hizo presenciar este histórico momento.