La semana pasada, la Policía Federal desarticuló una célula de un grupo ultra que buscaba captar a jóvenes desprevenidos. En la ciudad de Buenos Aires, más de 3.000 personas apoyaron hace dos meses la candidatura del líder ultranacionalista Alejandro Biondini. A raíz de esta situación transcribimos una columna del presidente de la DAIA, Aldo Donzis. La DAIA recibió el año pasado un denuncia acerca de la existencia de un grupo neonazi que actuaba en la clandestinidad, al modo de una secta, que intentaba captar la voluntad de jóvenes en edad adolescente o universitarios. Este grupo, Alba Thulle, pretendía convencer a estos muchachos haciéndoles creer que podían ascender rápidamente en la estructura de la organización. Como suele suceder con las bandas neonazis, su ideología es abiertamente discriminatoria y antisemita. Después de los primeros datos, logramos establecer que Alba Thulle actuaba principalmente en Buenos Aires y Córdoba. A partir de aquella denuncia, hubo un trabajo exhaustivo junto a la División Unidad de Investigación de Conductas Discriminatorias de la Policía Federal, a cargo del comisario Daniel Pérez, que permitió desbaratar a este grupo que buscaba sembrar su ideología racista. Más allá de Alba Thulle, lo que hacen actualmente estos grupos neonazis es trabajar en la intimidad, conectándose entre ellos a través de sitios web que remiten a su vez a otros sitios web, de la Argentina y de otros países. Pero trabajan sobre plataformas virtuales. Esta fue la particularidad que ofrecía el caso de Alba Thulle, ya que al proponerse captar voluntades estaba dando un paso más allá. En los allanamientos incluso se halló material bélico y texto para la elaboración de armas. Pero no suelen ir más allá porque saben que pueden ser detenidos por la ley antidiscriminatoria. No por eso dejan de representar una amenaza.
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