PRENSA

Acciones legítimas contra el terrorismo. Por Fernando Petrella*

La muerte de Osama bin Laden seguirá dando lugar a críticas e interrogantes basados, prioritariamente, en aspectos éticos y morales. En primer lugar hay aspectos sobreentendidos que nadie seriamente discute. Estos son, que ningún país se permite “márgenes” en cuestiones de seguridad que puedan afectar a su población; que ningún país supone que no tiene hipótesis de conflicto y que ningún país transfiere su defensa o representación en otro, por amigo que este pueda parecer. Reconocer estos factores no implica un juicio de valor. Implica, solamente, fotografiar la realidad.

Sobre estas bases cabría examinar las normas vigentes más importantes. A partir de la presentación efectuada por la Argentina en julio de 1994, tras el atentado a la AMIA, el Consejo de Seguridad de la ONU “condeno enérgicamente dicho acto terrorista exigiendo la adopción de medidas para evitar, combatir y eliminar los actos de terrorismo”.

Nuevos actos de violencia indiscriminada forzaron al Consejo de Seguridad a establecer normas más precisas y obligato rias para todos los Estados. En este sentido, en distintas Resoluciones, ha reafirmado el principio inmanente a la legítima defensa individual o colectiva contenido en la Carta de las Naciones Unidas; ha declarado que el terrorismo es una de las amenazas más graves que ponen en peligro la paz y la seguridad internacionales y el goce de los derechos humanos y que debe ser combatido por “todos los medios” de conformidad con el derecho internacional.

Ha tomado nota de las acusaciones de los Estados Unidos contra Bin Laden por los atentados a las embajadas norteamericanas en África y recomendado a todos los Estados aplicar las resoluciones respecto de la organización Al-Qaeda. Complementando lo anterior, ha condenado al terrorismo por considerarlo” criminal e injustificable, independientemente de su motivación en todas sus formas y manifestaciones, dondequiera se cometa y quienquiera los cometa”. Finalmente, llamó a todos los Estados a denegar refugio a “quienes instiguen, planifiquen, financien o cometan actos terroristas”.

A la luz de esta normativa internacional es difícil sostener sin mayor análisis que la acción llevada a cabo por los Estados Unidos contra el jefe de Al-Qaeda -autor e inspirador de crímenes aberrantes e injustificados- sea ilegal.

Naturalmente que toda muerte es lamentable y por ello no debe festejarse, que toda víctima colateral constituye una tragedia y que toda violencia, aun explicable a nivel de opinión publica, es susceptible de alimentar el espiral de locura que se desea neutralizar.

Por esto es que los protagonistas de este episodio podrían asumir cuanto antes la necesidad de avenirse a reparar las sensibilidades heridas.

Vivimos un mundo plagado de ambiciones, egoísmos y resentimientos. Un mundo que justifica el rearme frente a la pobreza y la desigualdad, donde se reclaman privilegios que nunca fueron aceptados y que no son viables en el siglo XXI.

Pero ese es el mundo donde la diplomacia argentina con su grandeza y limitaciones debe actuar en defensa de mayor diálogo, mayor consenso, mayor sentido común y genuino multilateralismo.

*Embajador y ex vicecanciller.