PRENSA

Discurso del presidente de la DAIA, Aldo Donzis en el acto por el “Día Internacional del Holocausto”

Una vez más nos encontramos reunidos para evocar y rendir tributo a los mártires de la Shoá, convocados por el gobierno nacional y las organizaciones de la sociedad civil que integramos el Capítulo Argentino de la Task Force Internacional para la Educación, la Conmemoración y la Investigación del Holocausto.

Honramos la memoria de las víctimas, del millón y medio de niños judíos masacrados por su sola condición de tales.
Portamos una herida abierta en la historia de nuestro pueblo y en nuestras historias personales, que nunca cicatrizará, que el tiempo jamás borrará.

La memoria no puede ser una contemplación pasiva de la historia, por el contrario, debe constituir una exploración rigurosa, minuciosa, con un compromiso militante con la verdad, con nuestra propia identidad.

La Shoá tiene características que le confieren una singularidad sin precedentes en la historia de la humanidad.

En un estado moderno y culto, en el centro de un continente civilizado, se adoptó la decisión, basada en una ideología criminal, de perseguir y capturar, registrar, marcar como ganado, aislar de su entorno, despojar de todas sus pertenencias y bienes, humillar, degradar en condiciones infrahumanas, transportar y asesinar a todos y cada uno de los integrantes de un grupo étnico, definidos como tales no por ellos mismos sino por los perpetradores, no tan solo en el país donde surgió el monstruo, no sólo en el continente que el monstruo quiso dominar inicialmente, pero en última instancia, en cada rincón de la tierra.

El sólo hecho de haber nacido constituía una condena a muerte.

Ello no había ocurrido nunca, en ningún lugar del mundo.

El premio Nobel de la Paz Elie Wiesel nos recuerda siempre que no todas las víctimas de los nazis fueron judíos, pero todos, absolutamente todos los judíos fueron víctimas.

El genocidio es la consecuencia de un proceso que se origina en la mente criminal de los hombres, no constituye un desastre natural.

La Shoá fue la culminación siniestra, previamente inconcebible, de siglos de antisemitismo, de pogroms, de la judeofobia que creció como un tumor maligno ante la generalizada indiferencia o la activa complicidad de muchos.

El plan de exterminio ni siquiera se detuvo por consideraciones pragmáticas. Los nazis deportaron a su exterminio en Auschwitz a judíos que como trabajadores esclavos producían armamentos, construían caminos, en momentos en que la maquinaria bélica del Tercer Reich necesitaba desesperadamente de pertrechos y de vías de comunicación. El odio podía más que las necesidades del régimen.

Señoras, señores, el legado de los mártires constituye nuestra herencia, la de todos nosotros, sin distinción de credos. ¿Cómo la honramos?

Debemos atestiguar, como lo hacen con coraje y dignidad nuestros queridos sobrevivientes y combatir el silencio que es siempre aliado del mal.

Nadie nos transforma en indiferentes sin nuestro consentimiento, siempre podemos optar, optar entre el bien y el mal. No sólo podemos sino que debemos hacerlo.

Debemos alertar sobre todo intento de trivializar la Shoá, de equipararla a otras tragedias y crímenes, desnaturalizando su esencia, su singularidad, mediante el uso de términos y calificativos indisolublemente ligados al exterminio de seis millones de judíos, utilizándolos para comparar lo incomparable.

Rechazamos con toda firmeza, así lo hemos señalado públicamente y lo haremos en cada caso que se produzca, la banalización del genocidio del pueblo judío que lamentablemente se ha reiterado recientemente en nuestro país. Ello es intolerable y no admite justificativos.

Nadie puede permanecer indiferente ante hechos de mucha mayor gravedad, perpetrados por quienes justifican, niegan o relativizan el exterminio, agraviando a las víctimas y a los sobrevivientes.

Los negacionistas no son antisemitas porque niegan la Shoá, niegan la Shoá porque son profundamente antisemitas y aspiran a perpetrar un nuevo exterminio.

Debemos recordar y educar por la memoria de los niños asesinados, pero también por el futuro de nuestros niños y por los niños del futuro.

Si existe una voz colectiva para los millones de nuestros hermanos masacrados, esa voz nos convoca a mirar hacia delante, a trabajar juntos para garantizar que el pasado trágico de nuestros abuelos no se constituya jamás en el futuro de nuestros nietos.

Nuestro desafío es cómo transformar la información en conocimiento, el conocimiento en comprensión, la comprensión en sensibilización.

La tragedia del pueblo judío a manos del nazismo es de características únicas e incomparables, pero con implicancias y enseñanzas universales.

Asumamos el compromiso de honrar las palabras con que el Profesor Yehuda Bauer cerrara su histórico discurso ante el parlamento alemán en 1998.

Allí señaló:

A los Diez Mandamientos deberíamos agregar tres más:

“Vosotros, vuestros hijos y los hijos de vuestros hijos jamás se convertirán en perpetradores.”

“Vosotros, vuestros hijos y los hijos de vuestros hijos nunca aceptarán convertirse en víctimas.”

“Vosotros, vuestros hijos y los hijos de vuestros hijos, jamás, jamás, serán observadores pasivos de crímenes masivos y genocidios”.

En nombre de la comunidad judía argentina, rendimos tributo a los mártires de los campos y a los héroes de los guetos, recordamos a los justos que honraron la vida salvando vidas y renovamos nuestro inclaudicable compromiso de hacer honor al sagrado mandato de denunciar y combatir toda manifestación discriminatoria, sean quienes fueren sus víctimas.

Señoras, señores, NUNCA MAS.