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Nota de interés: Las dos caras que Italia mostró antes y durante la Segunda Guerra

La comunidad judía italiana, una de las más antiguas de Europa, estaba conformada en 1933 por 50.000 personas aproximadamente, siendo una colectividad que estaba completamente integrada a la cultura de la sociedad italiana con muy bajos niveles de antisemitismo. Sin embargo mucho tiempo antes de la ocupación nazi a este país existió una presión muy fuerte del hitlerismo para que el régimen fascista italiano aprobaran leyes antisemitas, prohibiendo por ejemplo el matrimonio entre judíos y no judíos y apartando de las escuelas públicas a miembros de esa comunidad. En un principio y aunque estaba aliada a Alemania, la Italia fascista no cooperó intensamente con el plan nazi para exterminar a los judíos de Europa. Los italianos en general se rehusaban a participar en el genocidio, o a permitir deportaciones de Italia o las zonas de ocupación italiana en Yugoslavia, Grecia y Francia a los campos de exterminio nazis. Cuando las fuerzas alemanas ocuparon Italia en 1943 se alteró radicalmente la situación de los judíos italianos. Las autoridades nazis comenzaron casi de inmediato a deportarlos tanto de las áreas de Italia ocupadas por los alemanes como de las anteriores zonas de ocupación italiana en el sur de Europa. La mayoría fueron confinados a los campos de tránsito como el campo Fossoli di Carpi, originalmente un campo de detención dirigido por los italianos aproximadamente a 20 kilómetros al norte de Módena, y el campo Bolzano en el noreste de Italia, establecido a fines de 1943. Periódicamente, los nazis deportaban judíos de estos campos al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. Debido a que las autoridades italianas obstruían las deportaciones y muchos judíos italianos lograron ocultarse o escapar hacia el sur a zonas de Italia ocupadas por los Aliados, más de 40.000 judíos sobrevivieron el Holocausto en Italia. A parir de nuevas investigaciones sobre la situación de los judíos en la Italia fascista el diario estadounidense New York Time reflejó, a partir de algunos testimonios, muchas de las situaciones que se vivieron en el régimen de Mussolini respecto a miembros de esta comunidad como por ejemplo la historia de vida de Ursula Korn Selig, una mujer judeo italiana de 85 años que fue despojada de todos sus bienes por el fascismo. Pero los italianos también salvaron a su familia de una muerte casi segura en los campos de concentración nazi, ocultándolos en una sucesión de refugios secretos en Italia entre 1938 y 1944, a menudo a riesgo de sus propias vidas. Algunos estudios contradicen la creencia convencional de que los italianos empezaron a aplicar leyes antisemitas sólo después de que las tropas alemanas ocuparon el país en 1943: según un informe del gobierno italiano poco publicitado comisionado en 1999, se ha descubierto cómo se privó sistemáticamente de derechos a los judíos de Italia a partir del verano de 1938, poco antes de los ataques de la Kristallnacht en noviembre. En ese año, el gobierno fascista de Benito Mussolini prohibió que los hijos de los judíos asistieran a escuelas públicas o privadas, ordenó la destitución de judíos de sus puestos de profesores en todas las universidades, y prohibió que los judíos prestaran servicio civil y militar, así como en la industria bancaria y de seguros. Comparándola con la Alemana nazi el gobierno italiano «no fue tan letal», dijo Guri Schwarz, un profesor adjunto en la Universidad de Pisa. No sancionó el abuso físico de los ciudadanos judíos, no ejecutó a nadie en los campos de detención establecidos para los judíos en el sur de Italia y no empezó a enviar a los judíos a los campos de concentración nazis hasta la ocupación alemana en 1943, afirmó. Los sentimientos y el testimonio de la sobreviviente Ursula Korn Selig hacia la Italia fascista son ambivalentes: «Nos quitaron todo», dijo. «Mi padre y mi madre eran bastante ricos cuando llegaron a Italia. Pero cuando partieron hacia Estados Unidos después de la Guerra, él tuvo que trabajar como vigilante nocturno y ella lo hizo en el distrito de fabricación de ropa». Pero paradójicamente, fueron algunos italianos los que la protegieron. «Una mujer italiana me ocultó, así como un sacerdote me puso en un convento donde usé un hábito de monja, y un muchacho arriesgaba su vida para llevarnos comida».