PRENSA

El agujero negro de las democracias. Damián Szvalb

El filósofo esloveno Slavoj Zizek cree que en ciertas situaciones los países con una fuerte tradición democrática pueden ser empujados hacia un agujero negro del que no hay escape. Cuando se ven enfrentadas a una amenaza, las democracias son capaces de actuar de manera brutal y agresiva no sólo hacia fuera sino también hacia sus propios ciudadanos.

Las temerarias decisiones del presidente francés, Nicolás Sarkozy, de expulsar a varios cientos de gitanos que viven en improvisados campamentos y de deportar a ciudadanos europeos de nacionalidad rumana, así como el anuncio que retirará la nacionalidad a los franceses de origen extranjero que atentaran contra una autoridad pública, son las peores caras que un Estado democrático puede mostrar.

Según algunos analistas, vincular la delincuencia con la inmigración, estigmatizando a los gitanos convirtiéndolos en chivos expiatorios de la inseguridad ciudadana, y la advertencia de retirar la nacionalidad a franceses de origen extranjero es parte de la estrategia electoral de Sarkozy para buscar su reelección en 2012. Para otros no es más que cumplir con lo prometido: recuerdan los discursos de Sarkozy de cuando era ministro de Interior, antes de ser electo presidente de Francia.

Frente a esta embestida, la ONU ya hizo llegar sus críticas al respecto a través del Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial que analizó la situación en Francia y concluyó que en el país había un «notable recrudecimiento del racismo y la xenofobia». Al mismo tiempo, intelectuales y organizaciones de derechos humanos sostienen que las medidas están «recrudeciendo» los actos racistas y xenófobos. Pero lo que más debería preocupar es que en la mayoría de los primeros sondeos realizados, según reveló el diario español El País, la población francesa respalda estas decisiones del gobierno de Sarkozy.