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Israel busca entender y acercarse a los judíos que viven fuera del país

Yuli Edelstein nació en la Ucrania soviética y emigró en 1987. Miembro del partido religioso Likud, visitó la Argentina en el marco del diálogo con la comunidad. Dicen que quiere estrechar vínculos en temas culturales y tecnológicos.

Yuli Edelstein parece ser mucho menor que sus 52 años. Nacido en la ciudad de Czernowitz, en una Ucrania que integraba la Unión Soviética, a los cinco años descubrió los textos sagrados judíos en una pequeña valija de su abuelo de 70 años y comenzó a estudiar hebreo, evadiendo restricciones gubernamentales, según contó a Tiempo Argentino. En 1987, Edelstein emigró a Israel, donde se volcó a la política y llegó a ser miembro del Parlamento por el partido religioso Likud, asesor del actual primer ministro Beniamín Netanyahu, ministro de Absorción de Inmigrantes y, actualmente, de Relaciones Públicas y Asuntos de la Diáspora.

–¿Cuál es la diferencia entre migración y absorción para el Estado de Israel?

–Muchos colegas me veían como el ministro de Migraciones, pero mi tarea era fundamentalmente la inserción de los nuevos inmigrantes judíos en Israel, especialmente el millón que llegó luego de 1990, cuando cayó el bloque comunista, que para un país con 6 millones de personas significó algo muy importante. Vine a la Argentina como ministro de Absorción y ahora lo hago como el encargado con las diásporas judías, porque debemos mantener un diálogo y un vínculo recíproco con la comunidad argentina para ver sus expectativas y necesidades, especialmente las que tienen los judíos que no piensan venir inmediatamente a Israel.

–¿Y que significa hoy ser ministro de las Diásporas?

–Cuando se formó el Estado de Israel estuvo la expectativa de que todos los judíos del mundo llegaran a Israel, y si no era así por lo menos ser donantes para un Israel pobre y que requería de ellos. Hoy, gracias a Dios, Israel ya no es un país débil ni pobre, es moderno y desarrollado, y por eso necesitamos un vínculo estrecho con la diáspora y buscar algunos puntos de interés, como la cultura o la tecnología, para acercarnos mutuamente.

–Sin embargo sigue siendo un debate de quién es considerado judío, si religiosos o laicos.

–Sí, es correcto, y eso es parte de nuestro diálogo con los judíos de la diáspora. No queremos impactar negativamente y perjudicar a millones de judíos acerca de esta característica del judío como una nacionalidad y una ciudadanía israelí, y también su definición religiosa. Somos sumamente cautelosos con este tipo de definiciones. Esto genera tensiones y rispideces, y por eso es parte de mi función ver cómo se pilotea esto. El parlamento israelí fácilmente podría definir a quiénes entiende por judíos, pero hay que hacerlo con responsabilidad y preservando la integridad de todos. Esta diferenciación entre nacionalidad y religión es el argumento al que apelan aquellos que dicen: “¿Israel?, el judaísmo es una religión, ¿por qué requiere de un territorio?”. Somos una nacionalidad muy particular, pero también se puede adoptar la fe judía mediante la conversión, como se vio a lo largo de nuestro desarrollo histórico.

–¿Siguen siendo preocupantes estas tensiones, teniendo en cuenta que muchos grupos ultra religiosos judíos se oponen al mismo Estado de Israel?.

–Sí, existen, pero son muy reducidos. Hay otros ultra ortodoxos que están agrupados en partidos políticos y tienen representación en el parlamento israelí. Ese es un reconocimiento implícito del Estado de Israel. No es tarea fácil llevar adelante una coalición en la cual tienen representatividad, y donde se generan conflictos en lo que es el consenso del gobierno. Sin embargo, hoy está representado todo el abanico poblacional actual israelí; desde las minorías de los ortodoxos, de los nuevos inmigrantes rusos, de los etíopes, hasta los árabes, todos sienten que tienen posibilidades de participar y tomar decisiones. No es lo más fácil, pero es lo más saludable.

–¿Entre sus preocupaciones como ministro se encuentra el tema del antisemitismo en este país?

–Pese a que en la Argentina hubo una historia de opresión de minorías por parte de varios regímenes, encontré un alto nivel de comprensión por parte del gobierno argentino y su canciller que me demostró que no es este un lugar en donde exista un caldo de cultivo para la opresión. Sin embargo, mantenemos un monitoreo del antisemitismo en todo el mundo; pero intentamos definir con mucha precisión términos como antiisraelismo o antisionismo, que se transforman rápidamente en antisemitismo y en un proceso de demonización de Israel y de negar su existencia.