PRENSA

La falsa víctima

El 9 de junio de 2004, la joven francesa Marie-Léonie Leblanc denunció haber sido víctima de una agresión antisemita por parte de seis jóvenes de origen africano. Así prendió la mecha de un revuelo mediático, que llevó al presidente Jacques Chirac a expresar su repudio al tiempo que reclamaba un escarmiento para los culpables. Se acababa de pinzar un nervio importante que invocaba fantasmas del pasado y proyectaba interrogantes sobre el futuro del frágil equilibrio multicultural de la sociedad francesa. Detrás de todo, palpitaba otro tema clave: la instrumentalización del victimismo. Marie-Léonie Leblanc era una impostora. O algo más complicado: una sombra que buscó -y encontró- su identidad en el funcional arquetipo de la víctima.

El incidente inspiró al dramaturgo Jean-Marie Bess la obra RER (2005), de la que ahora ha partido André Téchiné para construir La chica del tren, una película que toma la tan respetable como arriesgada decisión de no extraer conclusiones y no culpabilizar a una falsa víctima que parece estar recorriendo, sin solución de continuidad, las zonas de sombra -y conflicto- que separan la edad de la inocencia de la madurez. Como en la precedente Los testigos (2007), Téchiné no plantea un problema, sino que deja que su tema crezca, reverbere y se expanda sobre un complejo entramado de relaciones en una lección magistral de cine tan adulto como empeñado en comunicar y estimular reflexiones.