PRENSA

Irán y el rostro del terrorismo de Estado

En el tercer día de debates sobre el gabinete propuesto por el presidente Mahmoud Ahmadinejad, el parlamento iraní respaldó de forma contundente la designación de Ahmad Vahidi como Ministro de Defensa, ignorando los pedidos de Argentina que reclama su arresto por su presunta participación en el atentado a la AMIA. Al grito de «¡Muerte a Israel!», los diputados expresaron su apoyo al nombramiento de Vahidi que está reclamado por el gobierno argentino y por Interpol por su responsabilidad en el ataque que en 1994 dejó un saldo de 85 muertos y 300 heridos en Buenos Aires.

Vahidi presentó su programa vestido de militar, y llamó a reforzar la capacidad militar iraní para enfrentar las amenazas. Los diputados respondieron con aplausos y gritos de «¡Muerte a Israel!».

La ratificación de Ahmed Vahidi en el cargo de ministro de Defensa confirma el carácter estatal del acto terrorista perpetrado en la Argentina y con ello también su imprescriptibilidad.

En este punto, la Argentina no esta sola: la justicia de Alemania, Francia, Suecia y Suiza tienen contundentes evidencias de que durante gran parte de los ´90 Irán perpetró actos de terrorismo de Estado cuyas matrices son casi idénticas a los atentados consumados en la Argentina. Más aún, en algunos de esos casos que terminaron en severas condenas, los inculpados fueron los mismos funcionarios cuya extradición reclama hoy la Argentina.

Ahmed Vahidi es un discípulo de Javad Mansouri, fundador y primer comandante de los Guardias Revolucionarios que en 1982 fue nombrado viceministro de Relaciones Exteriores con una misión específica: «transformar cada embajada iraní en el extranjero en un centro de inteligencia y una base para exportar la revolución».

El `»hermano-doctor» Mansouri, es uno de los teóricos que reformularon varios principios del fundamentalismo para que adoptase forma política en la vida moderna. En su libro titulado Revolución y Diplomacia, escribe que «nuestra revolución sólo puede ser exportada con granadas y explosivos».

Desde el puesto de vice-canciller Mansouri fue remplazando pacientemente a los diplomáticos de carrera por Guardias Revolucionarios y miembros de los servicios de inteligencia. Ente la camada de cuadros que ingresaron a la Cancillería se encontraba el diplomático Hadi Soleymanpour, que fue embajador en Argentina durante el atentado a la Amia.

De acuerdo a las directivas impartidas por Javad Mansouri, a comienzos de los años 80, Roma era el centro de las actividades para-diplomáticas iraníes en Europa y el jefe de la red era el embajador de Teherán en el Vaticano. Cuando el centro operativo italiano fue puesto en descubierto, Teherán trasladó sus actividades a Suiza y a fines de los 80 Hadi Soleymanpour fue nombrado embajador en España y unos años más tarde en la Argentina.

Tras el retiro de Soleymanpour de Buenos Aires, Mansouri envió a Alis Sagahian como encargado de negocios, sospechado de haber perpetrado atentados en sus destinos anteriores. Cuando el autor de esta nota reveló los antecedentes de Sagahian, la cancillería argentina lo invitó a retirarse del país.

A comienzos de los noventa, tras el ascenso del presidente Alí Akbar Rafsanjani al poder, Javad Mansouri debió dejar el puesto de vice-canciller, pero antes le arrancó al líder espiritual Ali Jamenei la promesa que su red clandestina no sería desmantelada.

Asi ocurrió y en la actualidad Mansouri es embajador en China donde desempeña un papel clave en la controvertida adquisición semiclandestina de tecnología nuclear.

El grupo de pseudo-diplomáticos integrado por Mansouri y sus discípulos -entre los que se cuenta el nuevo ministro de Defensa, Ahmed Vahidi y Alí Saghaian- se volvió tan peligroso en los países musulmanes que cuando Teherán decidió enviar a uno de sus miembros como embajador a uno de los estados del Golfo Pérsico, la Cancillería iraní recibió un cable del país anfitrión con el siguiente mensaje: «Agradecemos su comunicación en la que proponen enviar a Mohammed Reza Baqeri para reemplazar al embajador saliente. Debido a que nuestro pueblo odia los explosivos, les rogamos enviar a otra persona para encabezar la legación diplomática».

Otro tanto ocurre con Ahmed Vahidi. Según un listado elaborado por la Unión Europea el 24 de junio de 2008, Vahidi es una persona vinculada a la proliferación nuclearede Irán y al desarrollo de sistemas vectores de armas nucleares. Por ese motivo, la Unión Europea recomienda a sus Estados miembros congelar fondos destinados a su ministerio e impedir la entrada de Vahidi o el tránsito por sus territorios.

El encumbramiento de Vahidi confirma las tesis sustentadas -entre otros- por el fiscal Alberto Nisman que ha calificado el atentado a la Amia como un caso de terrorismo de Estado lo cual le confiere el carácter de imprescriptible.

Por su parte, el juez Rodolfo Canicoba Corral ha dictaminado que el ataque contra la AMIA fue un crimen de lesa humanidad por cuanto se enmarca en la persecución de un grupo o colectividad, la judía. «La utilización del poder del Estado para fines tan altamente contrarios al bien común da un acabado cuadro del delito contra la humanidad aquí investigado», escribió el magistrado oponiéndose a la prescripción.

Sin embargo, a fines de agosto, a poco de cumplirse el décimo quinto aniversario del ataque, el armador de autos truchos y principal sospechoso, Carlos Alberto Telleldín pidió el cierre definitivo de la causa que lo tuvo preso durante ocho años. Telleldín no lo hizo a su nombre sino como abogado del mecánico Claudio Cotoras que está con falta de mérito. La designación de Vahidi y la presentación de Telleldín apuntan a lo mismo: conseguir la impunidad definitiva para todos los relacionados con el sangriento atentado terrorista.