PRENSA

Aberrante designación iraní

La noticia de la designación de Ahmad Vahidi como ministro de Defensa de Irán provocó naturalmente el inmediato repudio del Estado argentino y la indignación de la comunidad judía de nuestro país.
No podía ser de otra manera. Ocurre que Vahidi es uno de los funcionarios iraníes cuya captura internacional reclama infructuosamente la Argentina desde 2007. Junto con otros funcionarios de la teocracia iraní, está acusado de haber participado personalmente en el planeamiento del atentado que el 18 de julio de 1994 voló la sede de la AMIA, dejando un saldo de 85 personas inocentes muertas y centenares de heridos.
Como era de esperar, el régimen iraní reaccionó frente al repudio argentino con una dura réplica, argumentando insólitamente que nuestro país, con sus declaraciones públicas de protesta, estaba «interviniendo» en los «asuntos internos de Irán». Por el contrario, el gobierno nacional expresaba legítimamente su punto de vista respecto de una designación que, en las actuales circunstancias, puede ser considerada una afrenta, una burla o, peor aún, una condenable provocación.
Que un régimen como el de Irán, que constantemente viola el principio de «no injerencia» entrenando y sosteniendo a las milicias de Hezbollah, en el Líbano, y a las de Hamas, en la zona de Gaza, pretenda invocar este mismo principio a su favor, ante una lógica queja argentina, resulta absolutamente fuera de lugar.
El mencionado Ahmad Vahidi ha ocupado cargos en el área de la seguridad que reflejan su intimidad con lo más alto del poder iraní. En su pasado figura haber sido comandante de los Guardias Revolucionarios, la poderosa milicia que desde 1979 responde directamente a los clérigos iraníes, a la manera de principal plataforma de poder. Antes, había comandado a su grupo operativo ejecutor, dotado de fuerzas de elite: Al Quad, grupo que es responsable, desde hace años, de numerosos atentados terroristas perpetrados fuera de Irán y rodeados del mayor secreto, como aquel en el cual, en 1992, se asesinó a varios líderes kurdos en Berlín. Sobre este atentado en particular, un tribunal alemán ha concluido en su sentencia que Al Quad fue efectivamente su brazo ejecutor.
Esto último ocurrió también -cabe destacar- en tiempos en los que, como en el caso de la AMIA, el ayatollah Hashemi Rafsanjani conducía políticamente Irán. Los mencionados Guardias Revolucionarios son los mismos que acaban de ser utilizados despiadadamente por el régimen iraní para reprimir las protestas callejeras producidas como consecuencia de acusaciones de fraude, que habría sido perpetrado en la reciente reelección del presidente Ahmadinejad.
Incidentes realmente graves como éste, originado por la insólita designación de Vahidi, se tornan particularmente incómodos cuando se analizan con el telón de fondo de una cada vez más sorprendente realidad: Irán y la Argentina son, ambos, socios estratégicos de la Venezuela de Chávez.