PRENSA

Auschwitz, el campo de exterminio que imitó el Infierno en la Tierra, por Alfredo Serra

El 27 de enero de 1945, Anatoly Shapiro, el primer oficial del ejército soviético que entró en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, dijo: «Había tal hedor, que era imposible estar ahí por más de cinco minutos. Mis soldados no podían soportarlo… ¡me rogaban que los dejara ir! ¡Pero teníamos una misión que cumplir!». Ya desde sus primeros, incendiarios y delirantes discursos en las cervecerías de Münich, el insignificante cabo austríaco Adolf Hitler, dueño de un oscuro pasado de fracasos –ni siquiera llegó a ser un mediocre pintor–, como todos los tiranos, fabricó un enemigo diabólico y autor de todas las desdichas del pueblo alemán: los judíos. En realidad, esas desdichas nada tenían que ver con el pueblo de Moisés: fueron consecuencia directa del belicismo y la ambición que empujaron a Alemania –y a su derrota con el bloque aliado– a la Primera Guerra Mundial.