PRENSA

Flavio Josefo, escriba, cronista o renegado, por Víctor Zajdenberg

PRÓLOGO                 
El objetivo de esta crónica no será el de relatar la vida y obra de Flavio Josefo, la que puede ser encontrada en numerosos sitios, uno de ellos en wikipedia y fundamentalmente en los cinco tomos escritos por él mismo, traducidos al castellano y editados por Acervo Cultural/Editores.
Esta reseña estará circunscripta a ciertas actitudes y procederes de Yosef ben Matityahu, nombre hebreo de Flavio Josefo, nacido en Israel en el año 37 de e/e y fallecido en el año 100 en Roma.
Del mismo modo deberá comprenderse esta descripción como la de hechos sucedidos hace casi dos milenios atrás donde las normas y reglas de vida y de organización humana eran, en tiempo y espacio, muy diferentes a las actuales.
Mientras fué Yosef ben Matityahu, procuró estar al tanto de los conocimientos y la cultura de la época, sin descuidar sus orígenes judíos, su participación en la política que se ejercía desde  Jerusalem, los estudios militares y el desarrollo histórico y religioso de su pueblo.
Sus viajes a Roma, base de la estructura del Imperio Romano, le brindaban a Yosef una noción exacta del poderío y organización del mencionado esquema imperial el que ya 200 años antes, en el (-) 146 de e/e, había destruido y eliminado a ese otro gran Imperio que fuera Cartago, ejecutado durante las llamadas “Guerras Púnicas”, terminando así con el mundo bipolar de aquellos tiempos para convertir a Roma en un Imperio unipolar poderoso.
Eretz Israel, si bien estaba dominada por los romanos, seguía manteniendo una especie de autonomía en lo referente al Templo Judío y los sacerdotes, el Sanedrín con sus 70 miembros más el Sumo Sacerdote en funciones y los “Partidos” políticos compuestos por los Saduceos (la clase aristocrática rica), los Fariseos (integrantes de la clase media acomodada), los zelotes (los revolucionarios) y los esenios (espirituales y opuestos a la burocracia existente).
Flavio Josefo pertenecía al grupo de los Fariseos y dentro de ellos, por su experiencia personal, a los que bregaban por un permanente compromiso equilibrado con el Imperio hegemónico romano.
Analizar todas las circunstancias, internas y externas, por las que se llegó en el año 66 de e/e a la guerra entre Judea y Roma es mucho más complejo de lo que pretende esta nota que solo se limitará a tratar de dilucidar que le sucedió a Yosef ben Matityahu para que en su personalidad se haya producido una metamorfosis que lo convirtió en Flavio Josefo hasta el final de su vida.
A raíz de los crecientes abusos económicos, políticos y sociales que Roma imponía a Judea por medio del Procurador Gesius Florus, quien era llamado “el verdugo”, los judíos se rebelaron y lograron derrotar al ejército romano a cargo de Cestius Gallus, Procurador principal de Siria, lo que infundió coraje para enfrentar las futuras represalias que, con seguridad, Roma tomaría.
 
LA GUERRA CON ROMA
El Sanedrín elaboró un plan para defender a Judea y designó como Comandante del Ejército  de la Galilea a Yosef ben Matityahu, aún sabiendo que el mismo estaba con los “pacifistas”.
Bajo su mando se fortificaron las ciudades de la Galilea, aprovisionándolas con armamento y subsistencia suficientes como para poder resistir al enemigo.
Pero el que luego cambiaría su nombre por el de Flavio Josefo consideraba muy peligrosa y desigual una guerra contra Roma por lo que prefería eludir el combate en aras a la búsqueda de una hipotética paz con los romanos. Refugiado en la fortaleza de Jotafat y ante la caída de la misma a manos del General Vespasiano, enviado por el Emperador Nerón, se entregó al mismo como único sobreviviente de un pacto suicida con sus últimos cuarenta subalternos.
La captura del Comandante Judío de la Galilea era, para Vespasiano, todo un triunfo, pero el motivo que seguramente tuvo para convertirlo en su acompañante-escriba fué que Josefo no solo le ofreció sumisión sino que, además, le predijo que pronto sería Emperador de Roma.
Al poco tiempo el vaticinio se cumplió; Vespasiano fue coronado como Emperador y delegó el mando de la “Guerra de Judea” a su hijo Tito, que llevó como escriba y relator al propio Flavio Josefo quien presenció personalmente la toma de Jerusalem y la destrucción del Templo.
Su crónica de la guerra, relatada como testigo de la misma, es un fiel reflejo de la ambivalencia personal y espiritual con la que Josefo debió vivir por el resto de su vida.
Las contradicciones y ambigüedades espirituales lo atormentan a Yosef/Flavio en cada uno de sus escritos, algunas veces en forma directa, en otros párrafos indirectamente y en muchas de las ocasiones con metáforas y alegorías que disfrazan sus verdaderos sentimientos con el fin de ocultarlos a los poderosos amos del universo de esos tiempos.
Por una parte, debía enaltecer a sus nuevos protectores: el Emperador Vespasiano, nuevo caudillo del Imperio romano del mundo conocido por aquel entonces y el Generalísimo Tito, nuevo estratega en la Guerra de los romanos contra los judíos.
Por otro lado, nunca pudo olvidar sus orígenes, el profundo amor por su Patria nativa, su admiración por la cultura milenaria de su Nación, la nostalgia por la caída en desgracia de su Pueblo y fundamentalmente, su decisión de transmitir a la posteridad la historia, costumbres y tradiciones del Pueblo Judío.
 
MASADA
El relato de Flavio Josefo sobre la caída de Masada (año 73; 3833 del calendario hebreo) fue escrito por él estando en Roma, y si bien en toda su monumental obra se reflejan los sentimientos encontrados ya detallados, es en el de Masada donde derrocha su amargura y dolor por lo sucedido en dicha meseta-fortaleza judía, desde donde puede verse el desierto de Judea al oeste, el oasis de Ein Guedi al norte, el Mar Muerto al este, Sodoma al sur y, allá a lo lejos, las montañas de Moab, hoy Jordania.
La decisión de suicidarse, para no caer en la esclavitud, de los últimos 1.000 combatientes judíos ante el asedio y penetración del ejército romano en la ciudadela, provocó en el General y los propios soldados que comandaba una profunda sorpresa y consternación. El informe enviado a Roma sobre lo sucedido en Masada no contenía, esta vez, la acostumbrada euforia y alegría que producía un triunfo en la guerra contra el enemigo.
Flavio Josefo lo describe así: “…Y entonces habían llegado los romanos, ultrajados porque un grupo tan pequeño desafiara todavía las águilas de sus legiones… Roma era grande y eterna y su Imperio se extendía desde la tierra de los partos hasta las Columnas de Hércules… Muramos entonces como hombres libres, pero no nos convirtamos en esclavos de nuestros enemigos… Démosles un ejemplo que los asombre de nuestro modo de morir y admirados de nuestro valor… El último que habían elegido, antes de darse muerte, contempló todos los cuerpos, incendió el Palacio y, con toda la fuerza de su vigoroso brazo, se atravesó con la espada y se dejó caer… Los romanos que esperaban que habría combate no vieron a ningún enemigo y solo una terrible soledad, un fuego dentro del recinto amurallado y un perfecto silencio…”.
“MASADA NO VOLVERÁ A CAER”, es el viejo juramento de la Haganah  que renueva la alianza del Pueblo Judío con la nueva Israel.