PRENSA

40 Años hacía la libertad. Por Victor Zajdenberg

Egipto era, en aquel entonces, un Imperio politeista que adoraba a los dioses del sol y de la luna y el Faraón era su representante divino en la tierra, sostenido por los sacerdotes del culto, los funcionarios adictos y un ejército cruel.
Dentro de su estructura imperial había un pueblo, el Pueblo Hebreo, que mantenía incólume su creencia monoteista heredada de sus ancestros patriarcales Abraham, Isaac y Jacob.
Los egipcios comenzaron a considerar a los hebreos un peligro para el sistema por la creciente cantidad de adeptos que estaban teniendo y el Faraón ordenó matar a todos los  varones hebreos que nacieran, esclavizando a los adultos con el fin de lograr su extinción y con ello la desaparición de la supuesta amenaza.
Moisés surge como un líder ante semejante injusticia y gracias a la inspiración divina logra que los esclavos se conviertan en una Nación ávida de libertad e independencia, iniciando una larga marcha por el desierto del Sinaí hasta llegar a la Tierra Prometida.
Las dificultades fueron enormes ya que los ejércitos egipcios persiguieron a los “esclavos fugados” y otros pueblos del desierto, como el de los amalequitas, los atacaban constantemente haciendo más difícil su existencia.
Pero a pesar del hambre, la sed y las rebeliones internas Moisés logra establecer un sistema de leyes que deriva en una organización nacional que significó el respeto y las alabanzas de otras tribus de la zona: “Cuan bellas son tus residencias, oh Jacob, tus moradas, pueblo de Israel”.
Los 10 Mandamientos obtenidos en el Monte Sinaí sirvieron como base ética y moral no solo para el Pueblo Judío sino también para toda la Humanidad.
Finalmente, luego de 40 años de marcha por el desierto, Moisés entrega el mando a Josué que, con los jóvenes aguerridos nacidos en el desierto, comienza la reconquista de la tierra ancestral, dando nacimiento a una Entidad Nacional que perdura y está vigente hasta nuestros días en Medinat Israel.