PRENSA

Un reflejo de los uniformes pardos. Por Abraham Skorka

La Shoá se gestó a través de un proceso que fue agravándose con el transcurso del tiempo. El plan primigenio de Hitler era una Europa «limpia» de judíos mediante su expulsión. El final resultó su exterminación mediante tormentos que pretendían eliminar previamente su condición humana. Fueron asesinados ancianos y lactantes, destruidas sinagogas y escuelas y profanados cementerios. La idea primigenia de expulsión física terminó en el intento de borrar de la faz de la tierra todo vestigio judaico. En ese plan, los nazis tuvieron dos muy buenos aliados: las destructivas pasiones que yacen en lo más oscuro de lo humano, susceptibles de inflamarse en tiempos turbulentos, y la ignominiosa indiferencia de todos aquellos que, siendo plenamente conscientes del horror, prefirieron callar, posicionándose en una cruel indiferencia mientras era derramada la sangre de sus congéneres. Hace escasas horas todo se hallaba preparado en la Catedral metropolitana para recordar aquel proceso de destrucción y muerte, y comprometerse con las lecciones que dejó. Con el templo colmado, súbitamente, un reducido, pero muy activo grupo de jóvenes irrumpió con actitudes y palabras insultantes. Para muchos, fue ver en estos jóvenes con su agresividad cierto reflejo de aquellos otros que siguieron a su líder uniformados con ropa parda. Ver Nota Completa en: http://www.lanacion.com.ar/1638056-un-reflejo-de-los-uniformes-pardos