PRENSA

«La antesala de la dictadura fue haber aceptado nazis en el país»

El 70 aniversario del heroico levantamiento del Gueto de Varsovia trajo a la ‎ciudad, convocado por la Delegación de Asociaciones Israelita Argentinas (DAIA ‎filial Santa Fe), al juez federal Daniel Rafecas. Reconocido por su amplia ‎trayectoria en la investigación de causa por delitos de lesa humanidad, tanto a ‎nivel local como internacional, Rafecas dialogó con Diario UNO sobre cómo los ‎regímenes totalitarios actúan con connivencia, no sólo de las fuerzas armadas, ‎sino también de la sociedad civil y trazó los puntos en común entre la Shoá y la ‎última dictadura argentina. ‎
‎- Un régimen totalitario no surge de un día para el otro. En el caso del Holocausto, ‎hubo una serie de leyes antisemitas previas que la sociedad alemana fue ‎aceptando. ¿Cómo es ese proceso?‎
‎- La resultante de lo que estás preguntando hizo que en el contexto del ‎Holocausto, cientos de miles de personas se convirtieran en criminales de masas. ‎‎¿Cómo es que un régimen totalitario puede lograr volcar a decenas de miles de ‎personas a una empresa genocida? Mi impresión es que un factor fundamental ‎son los llamados discursos del odio. ‎
‎»Todo régimen totalitario construye la figura de un enemigo y se maneja con esa ‎lógica dual. Sirve para cohesionar internamente al régimen y mantenerse en el ‎tiempo. Por ejemplo, en el régimen stalinista, a medida que aniquilaba enemigos, ‎iba construyendo uno nuevo. El terrorismo de Estado en Argentina, lo construyó ‎en la subversión. En el caso del nazismo, el enemigo más claro es el pueblo judío ‎y lamentablemente, llevó a lo que hoy conocemos como La Solución Final: la ‎aparición de campos de exterminio como Auschwitz en donde fueron asesinados ‎un millón de personas.‎
‎-¿Por qué es tan difícil aceptar la participación civil en las dictaduras?‎
‎- En el marco del régimen nazi, está demostrado que las prácticas de exterminio ‎fueron operaciones secretas, hechas por las estructuras de seguridad del Estado, ‎a espaldas de la opinión pública. Ahora bien, en los juicios posteriores a la guerra ‎fueron juzgadas empresas comerciales y que se demostró que tuvieron ‎participación directa en esos procesos. Por ejemplo, los fabricantes del gas que se ‎utilizaba en las cámaras. En el caso de Argentina, la situación es distinta. Se hace ‎más difícil la vinculación porque el aparato represivo- ya lo había demostrado el ‎juicio a las Juntas en el 85- fue pasado a la clandestinidad. Entonces, si bien hay ‎ejemplos de complicidades civiles, es muy difícil de probar su vinculación directa ‎con lo que sucedía en el aparato clandestino.‎
‎- ¿Los delitos económicos podrían ser un puntapié inicial para investigarlo?‎
‎- Sí, sin dudas hay una vinculación política, histórica, económica y hay una ‎funcionalidad del terrorismo de Estado con ciertas elites. Pero en las ‎investigaciones judiciales penales lo que se trata es recolectar pruebas suficientes ‎para vincular con casos concretos a determinados actores, ya sean empresas, ‎medios de prensa. Hay una tensión entre la certeza que se puede tener desde el ‎punto de vista histórico y político de esa vinculación y las exigencias de prueba ‎que demanda la Justicia. Remover el principio de inocencia en un Estado ‎Democrático no es una cuestión menor, menos frente a los gravísimos cargos que ‎tienen que enfrentar.‎
‎-¿Cuál es el valor de los testimonios en las investigaciones de los genocidios?‎
‎- De mi experiencia en el juzgado federal 3º de Capital, que es la causa Primer ‎Cuerpo del Ejército, el 90 por ciento de nuestra tarea está centrada en lo que ‎sucedió en centros clandestinos de detención y tortura, que son el corazón de la ‎represión y son el eje de las investigaciones judiciales. Para reconstruir la vida ‎cotidiana dentro de los centros clandestinos y para identificar con nombre y ‎apellido quienes fueron los perpetradores, los que torturaban, los que ‎interrogaban, los que formaban parte de las patotas o los grupos de tarea, ‎prácticamente la única fuente que tenemos disponibles son los sobrevivientes. A ‎partir de los testimonios luego sí los juzgados y las fiscalías hacen una tarea de la ‎reconstrucción histórica, se piden legajos de las fuerzas de seguridad, y hay ‎pruebas secundarias. Pero todo gira en torno a los testimonios.‎
El registro de los crímenes ‎
‎- ¿Por qué hay tanta documentación de la actividad de exterminio del nazismo y ‎en cambio, sobre la dictadura argentina quedan tan pocos archivos? ‎
‎- El nazismo registró mucha información de cómo funcionaba el circuito de miles ‎de campos de concentración. No así de los campos de exterminio, porque todas ‎las víctimas iban a perecer. En Argentina, por lo que nosotros tenemos ‎documentado en las investigaciones judiciales, esos registros estaban. Las hacían ‎las propias víctimas, cuadros de situación, listados, todo eso iba a las centrales de ‎información, al Batallón 601, por ejemplo. Pero lo que sucedió fue que la ‎dictadura, en los últimos años antes de dejar el poder, destruyó todos esos ‎registros y prácticamente no han quedado vestigios de ese enorme arsenal de ‎documentación.‎
‎- ¿Por qué los represores argentinos quisieron tapar lo que habían hecho, en lugar ‎de sostener su postura? ‎
‎- Porque en todo proceso genocida, los perpetradores dedican iguales esfuerzos a ‎realizar los crímenes como a procurarse su posterior impunidad. Eso es un aspecto ‎inherente a los crímenes masivos. Todos los perpetradores trazan estrategias para ‎lograr posterior impunidad de los hechos. Por eso hay leyes de autoamnistía, ‎presiones al gobierno democrático, búsqueda de pactos con el poder político y hay ‎destrucción de toda la documentación que los vincule con los hechos.‎
Procesos de deshumanización ‎
‎- La investigación que realizó sobre el Holocausto, ¿de qué manera le sirvió para ‎investigar la causa del Primer Cuerpo del Ejército? ‎
‎- Fue un valor agregado para tener una mirada más exhaustiva sobre el proceso ‎argentino. Me permitió identificar algunos aspectos del terrorismo de Estado en ‎Argentina. Advertí rasgos genéticos del nazismo, la propia lógica de los centros ‎clandestinos de detención tienen una inspiración en los campos de concentración ‎nazi. Sobre todo, en el proceso de deshumanización al que se somete a las ‎víctimas en los centros clandestinos están inspirado en el régimen nazi. Pero ‎además, la dictadura argentina tuvo un aspecto de especial ensañamiento ‎antisemita. Y es muy recurrente en las investigaciones judiciales recoger ‎testimonios de represores que se jactan de ser nazis, que pasaban marchas ‎alemanas o discursos de Hitler en los centros de tortura. La vinculación ideológica ‎del nazismo y del fascismo con el nacionalismo de derecha de los militares y ‎policías de nuestro país fue muy estrecha.‎
‎-¿Argentina podría haber hecho más para colaborar con los exiliados de la ‎Segunda Guerra Mundial? ‎
‎- Esta es una de las cuestiones que nos deberían comprometer más a los ‎argentinos, y a todos los países de Latinoamérica. Para decirlo en términos ‎apropiados, entre 1933 y 1941, Latinoamérica tuvo una extraordinaria ‎oportunidad de quedar en la historia de la Shoá, con un gesto humanitario: abrir ‎las puertas de Latinoamérica. Se podría haber refugiado a judíos alemanas, ‎austríacos o checos que eran un colectivo perfectamente asimilables, instruidos, ‎muchos profesionales e intelectuales y decenas de miles de familias se hubieran ‎salvado del exterminio. ‎
‎»Lamentablemente, América Latina y Argentina en particular, dejaron pasar esa ‎oportunidad. Permanecieron cerradas a esa inmigración invocando prejuicios ‎graves, como que eran incompatibles desde el punto de vista racial o religioso o ‎que eran portadores de la ideología del comunismo o el socialismo. En fin, creo ‎que Argentina en aquellos años tuvo un papel triste. Pero además, en paralelo, en ‎la posguerra se recibieron a muchos de los peores genocidas del nazismo como ‎Adolf Eichmann, Erich Priebke, y Ante Paveli. Este es un contraste significativo ‎para mi».‎
Desandar la ilegalidad ‎
‎- Recibir a esos criminales de guerra también es un antecedente para lo que ‎después pasó en Argentina
‎- Yo estoy convencido de eso. Deberíamos preguntarnos por qué Argentina, a ‎diferencia de otros países de la región, tuvo la dictadura más sangrienta, más ‎exterminadora y violenta, cuando Argentina es un país civilizado, culto, de ‎ascendencia Europea. Yo creo que la respuesta viene en parte por ahí. Por la ‎fuerte influencia que tuvieron las ideologías fascistas y nazis en todas las elites de ‎las décadas del 30 y del 40. Esto emerge a partir del 24 de marzo de 1976. Pero ‎creo que a partir de 1983, estamos desandando ese camino.‎