PRENSA

Una victoria con costos altísimos. Por Carlos Pagni

El acuerdo negociado con el régimen de los ayatollahs cobija entre sus numerosos significados un mensaje ‎doméstico: el empeño de Cristina Kirchner por fundar un nuevo orden no se detendrá ante límite alguno. ‎Dos años atrás, cuando Pepe Eliaschev publicó que, como parte de un realineamiento internacional, ella ‎invitaría a los acusados de atentar contra la AMIA a revisar la investigación de ese ataque, fue acusado ‎por el Gobierno de publicar versiones delirantes.‎
Que esa frontera ya se haya alcanzado es una respuesta tácita a aquellos que se preguntan hasta dónde será ‎capaz de llegar la señora de Kirchner en otras locomociones: el avance sobre el Poder Judicial , el acoso a ‎la prensa independiente o la reforma de la Constitución. El pacto con Irán termina de despejar la ‎incógnita: la Presidenta está dispuesta a todo
Esa audacia para quebrar consensos que parecían inconmovibles tiene en el crimen de la AMIA un ‎resultado muy costoso. Quienes se manifestaron ayer frente al Congreso, representaron a una parte muy ‎extendida de la sociedad que repudia que esos mártires y sus deudos sean sometidos a una nueva ‎denegación de justicia en homenaje a la razón de Estado. Como con la masacre de Cromagnon, la ‎catástrofe de Once, la desaparición de Julio López, o los asesinatos cotidianos, al kirchnerismo se le ‎vuelve a reprochar una falta de sensibilidad ante el dolor colectivo. Para una presidenta que demuestra a ‎diario, con la evocación de su esposo o el recuerdo de los desaparecidos, una marcada inclinación hacia el ‎duelo, es una recriminación inesperada. La conciencia pública parece sospechar que hay muertos de ‎primera y de segunda, y desgracias de distinta jerarquía. Para el kirchnerismo ese presentimiento entraña ‎un perjuicio mayor que el de la impopularidad. Se está poniendo en duda su verdadera vocación por ‎reparar a las víctimas, que es el fundamento ético en el que justifica su instalación en el poder.‎
No está nada claro que ese derroche de capital político vaya a ser recompensado con un éxito práctico. ‎Los argumentos de Héctor Timerman y de los legisladores oficialistas no consiguieron despejar ‎interrogantes centrales. ¿Conseguirá Ahmadinejad que el Parlamento iraní apruebe el memorándum? Y si ‎lo consigue, ¿será con qué argumentos? ¿Aceptarán los imputados declarar en territorio argentino, es decir, ‎en la sede de la embajada en Teherán? Es lo que exige el Código de Procedimientos para las indagatorias ‎que se toman en el exterior. Además, ¿quiénes serán los defensores de los iraníes? El juez sólo puede ‎aceptar abogados que estén inscriptos en el Colegio Público de la Capital Federal. También existe una ‎controversia sobre las notificaciones rojas que pesan sobre los acusados. Según numerosos penalistas, entre ‎los cuales está Miguel Bronfman, de la AMIA, Interpol puede levantar esos pedidos de captura sin que se ‎lo pida Rodolfo Canicoba Corral.‎
Hay más interrogantes que anticipan que el camino que emprendió Cristina Kirchner será muy ‎accidentado. ¿Qué sucedería si, por la dinámica del procedimiento, Canicoba tuviera que detener a algún ‎interrogado? ¿La policía iraní obedecería esa orden o el detenido terminaría siendo Canicoba? A propósito ‎de este magistrado, ¿quién le dará garantías de que dentro de un par de años los vientos de la política ‎exterior no lo depositarán en el banquillo de su antecesor Juan José Galeano? Por ejemplo: desde la Casa ‎Rosada impulsarían la reapertura del expediente del fallecimiento de Carlos Menem Jr. para reflotar la ‎‎»pista siria» de la AMIA. Como sugirió la Presidenta imagina que aquella muerte habría sido una venganza ‎de los sirios contra Carlos Menem. Sería curioso que los sirios hubieran llevado a Timerman a negociar con ‎Irán para quedar ellos como culpables del atentado.‎
Sólo la Corte Suprema puede asegurar a Canicoba que no terminará protagonizando otra causa por ‎irregularidades. Por lo pronto, la Corte deberá dictaminar si el acuerdo es inconstitucional, como ‎pretenden la AMIA y la DAIA. El memorándum Timerman-Salehi puede ingresar en un túnel parecido al ‎de la ley de medios. Y en las relaciones del máximo tribunal con la Casa Rosada habrá otro motivo de ‎tensión.‎
La principal defensa de Timerman es que ahora la causa se acelerará hasta terminar en un juicio oral. Sin ‎embargo, la señora de Kirchner explicó que la prueba reunida será revisada por una Comisión de la ‎Verdad integrada por Irán. Hay que suponer que Canicoba no podrá dar un paso antes de que su propia ‎actuación sea examinada por completo. La comisión es peculiar: aunque se llame «de la verdad», no podrá ‎citar testigos ni coleccionar indicios. Su único cometido es auditar a la justicia argentina. Cuando se agote ‎la intervención de Canicoba, el juicio continuará en las distintas alzadas, hasta llegar al tribunal oral. En ‎esa instancia habrá que conseguir, en un trámite que acaso dure años, la extradición de los culpables. El ‎derecho argentino no contempla el juicio en ausencia.‎
La peripecia de la Presidenta y su canciller será muy sinuosa. La victoria parlamentaria de anoche podría ‎inaugurar una derrota. Algunos dirigentes de la comunidad judía calcularon que era mejor que el Congreso ‎aprobara la ley. Uno de ellos razonó así: «Ahora se demostrará que el Gobierno cayó en una trampa. En ‎cambio, si no la hubieran sancionado, nos acusarían de impedir el acceso a la verdad».‎
El destino jurídico del pacto con Irán es tan incierto que vuelve más urgente una explicación política. ‎Varios diputados oficialistas divulgaron ayer la siguiente interpretación: «En la Cancillería dicen que lo ‎que votamos no está en contradicción con Estados Unidos». Para algunos diplomáticos esa teoría se basa ‎en un malentendido del propio Timerman cuando era embajador en Washington. Según esa lectura, el ‎actual canciller siguió de cerca la aproximación de Brasil a Irán a fines de 2009, e interpretó, igual que ‎algunos funcionarios brasileños, que obedecía a un impulso de Barack Obama. El propio Obama desmintió ‎más tarde esa visión.‎
Timerman puede haber seguido otros criterios para convencer a la Presidenta de que también en Estados ‎Unidos desconfiaban de la tesis que atribuye el atentado a Hezbollah con el apoyo de Irán. Uno de ellos ‎habría sido el artículo que publicó Gareth Porter el 18 de enero de 2008 en The Nation. Sobre la base de ‎una investigación del argentino Gabriel Levinas, Porter desconsideró la intervención de una trafic-bomba. ‎También citó al agente especial del FBI James Bernazzani, para quien no había pruebas suficientes de la ‎participación de Hezbollah. Sin embargo, el propio Bernazzani declaró, en un artículo de Simon Romero ‎en The New York Times del 22 de noviembre pasado: «Lo que pudimos demostrar fue que el individuo ‎que estaba en aquella trafic era hijo de un líder de Hezbollah». El cambio se debe a que entre la primera y ‎la segunda afirmación de Bernazzani fue identificado Ibrahim Hussein Berro como el atacante suicida.‎
La presunción de que el acuerdo de Cristina Kirchner con Ahmadinejad es inocuo para la relación con ‎Estados Unidos ya comenzó a ser refutada. No sólo ese país encendió alarmas sobre los intercambios de ‎tecnología que se habilitarían entre Irán y la Argentina, y endureció su condena a la política económica, ‎como informó ayer LA NACION. La audiencia de la Cámara de Apelaciones de Nueva York por los ‎juicios de los holdouts fue ayer para el Gobierno muchísimo peor de lo esperado. Además, el ‎Departamento de Estado acaba de modificar su posición frente a la disputa con el Reino Unido por la ‎soberanía de Malvinas. En enero de 2011, Hillary Clinton declaró que su país «alentaba a ambas partes a ‎resolver sus diferencias a través del diálogo». Ya había aceptado la oferta de la Presidenta de oficiar como ‎posible mediadora, algo que la prensa británica calificó como «puñalada por la espalda».‎
El lunes pasado, en su primera visita a Londres como sucesor de Clinton, John Kerry ya no recomendó ‎que las partes se sienten a dialogar sobre soberanía, que es el principal reclamo argentino. En cambio dijo ‎que esperaba «cooperación en asuntos prácticos», que es lo que demanda el Foreign Office cuando habla ‎de pesca, cruceros y petróleo. Kerry enmarcó su sutil giro en una fórmula ritual: la posición de Obama -‎sostuvo- no se modificó. Cristina Kirchner dice lo mismo de sus relaciones con Irán.‎