PRENSA

Alemania vuelve a enfrentarse a sus neonazis

Después de que se revelaran sus vínculos con la Inteligencia alemana, ‎el partido neonazi ocupa el centro de un debate que se agudiza en un ‎año electoral: ¿puede proscribirse a la extrema derecha?‎
Diez años exactos después de que fracasara el intento de prohibir el partido ‎neonazi Nationaldemokratische Partei Deutschlands (NPD), un nuevo proceso ‎judicial en Alemania busca demostrar frente a la Corte Constitucional que esa ‎formación política representa una amenaza contra la Ley Fundamental. Los ‎gobernadores de los 16 estados federados que ocupan los escaños del Bundesrat, ‎el Senado, se pusieron de acuerdo más allá de sus colores políticos y recopilaron ‎documentos explosivos. En diciembre pasado presentaron su iniciativa al Supremo ‎alemán, y se dijeron convencidos de su éxito.‎
Pero nada es tan sencillo. La población está dividida, el gobierno de Angela Merkel ‎titubea y los expertos parecen escépticos. En el año electoral el asunto polariza las ‎opiniones. La prohibición de un partido es un asunto delicado en una democracia ‎occidental desarrollada, a pesar de que el país sea Alemania y el partido en ‎cuestión manifieste nostalgia por los años oscuros de Adolf Hitler.‎
Fue un hecho policial el que relanzó el debate. En noviembre de 2011, la policía ‎alemana perseguía a dos criminales tras un robo en un banco. Cuando llegó a su ‎escondite, una casa rodante cerca de la localidad de Eisenach, ambos estaban ‎muertos. Uwe Mundlos le había disparado a su socio, Uwe Böhnhardt, en la ‎cabeza, antes de suicidarse. A unos 200 kilómetros de distancia, en la localidad de ‎Zwickau, la casa de ambos explotó de la mano de una tercera cómplice, Beate ‎Zschäpe, quien no tuvo valor para suicidarse y más tarde se entregó a la policía.‎
Los tres eran integrantes de una célula terrorista de extrema derecha, ‎Nationalistischer Untergrund , Resistencia Nacionalista (NSU, por sus siglas en ‎alemán). La pistola Ceska 83 que pertenecía al grupo ofreció la clave para la ‎solución de una serie de homicidios irresueltos y nunca conectados a lo largo de ‎toda la República Federal: ocho ciudadanos de origen turco, un griego y una ‎agente de policía, asesinados entre 2000 y 2006, sin que las autoridades pudiesen ‎dar con los responsables.‎
Desde entonces, cuatro distintas comisiones investigadoras escandalizaron al país ‎al dar a conocer detalles cada vez más incómodos y escalofriantes. La célula ‎había podido actuar durante diez años gracias a la corrupción y complicidad de ‎varios miembros del Servicio de Protección de la Constitución, el Verfassungschutz ‎‎(BfV), la inteligencia interna. El mismo servicio destruyó documentos acerca de los ‎terroristas el día después de su arresto. Cuatro altos funcionarios del BfV fueron ‎obligados a dimitir, incluido el jefe, general Heinz Fromm. La canciller Angela ‎Merkel se disculpó frente a los familiares de las víctimas y en el Bundestag.‎
De ahí salieron las conexiones al partido neonazi NPD. Los servicios de seguridad ‎en Alemania se sirven de agentes infiltrados en las filas del partido para mantener ‎bajo observación constante a la extrema derecha. A estas figuras bivalentes se le ‎conoce como «V-Leute» y están encargadas de penetrar tanto las manifestaciones ‎legales del extremismo como su bajo fondo ilegal y violento. Se trata pues de dos ‎mundos en comunicación continua.‎
Pero no siempre los informantes son agentes de confianza. La investigación contra ‎la célula NSU sacó a la luz, por ejemplo, que un «V-Leute» había colaborado ‎activamente con el trío de Zwickau procurándoles armas. También se supo que la ‎misma Beate Zäschpe había sido contactada por parte de los servicios de ‎seguridad para trabajar como informante. Otros agentes infiltrados ocultaron ‎información decisiva.‎
Paralelamente, se dio a conocer que los tres integrantes de la célula terrorista ‎frecuentaban las manifestaciones del NPD, conocían tanto a los líderes del partido ‎a nivel federal como a los que fueron democráticamente elegidos en los ‎parlamentos locales de estados como Mecklemburgo-Antepomerania y Sajonia ‎Anhalt. Hubo también donaciones de dinero, cantidades ingentes, que pasaron ‎directamente del brazo derecho armado a la formación política legal.‎
Políticos y militantes
Bernd Wagner, un ex policía que investigó el extremismo de derecha y publicó ‎varios libros sobre el tema, se dice en diálogo con Enfoques partidario de la ‎prohibición del NPD. En particular porque, según este experto, no existe una ‎separación entre las actividades legales de la formación política y las ilegales y ‎violentas de los militantes clandestinos.‎
‎»El NPD mismo intenta presentarse hacia el exterior como algo separado de las ‎fuerzas militantes y ajeno a la violencia. Pero no es la realidad. Hay contactos ‎muy estrechos con estos grupos. Hay una lista de líderes de movimientos ‎violentos que hacen también política dentro de las filas del NPD, que hasta se ‎sientan en la dirección del partido a nivel federal y que de hecho mantienen una ‎duplicidad: política y militante», denuncia Wagner, quien es cofundador de la ‎iniciativa Exit Deutschland , una ONG que ayuda a los neonazis que quieren salir ‎de su afiliación al extremismo.‎
En su programa, el NPD incluye ideales racistas, antisemitas, xenófobos y ‎subversivos. Bajo el lema «Trabajo. Familia. Patria», la agenda aprobada en 2010 ‎cuenta con una serie de propuestas para excluir a los extranjeros del sistema de ‎seguridad social alemán, como también la separación entre alemanes e ‎inmigrantes en las escuelas. El partido es claramente antieuropeísta, defiende la ‎autonomía económica y la vuelta a una moneda nacional, tal y como toda una ‎serie de otras propuestas ultranacionalistas.‎
Aún así, pareciera, nada de esto justifica de por sí que sea declarado ‎anticonstitucional. Los límites de la Constitución para llegar a prohibir una ‎formación política son muy exigentes en Alemania, explica a Enfoques el ‎politólogo Oskar Niedermeyer: «No es suficiente que el partido en cuestión tenga ‎un programa antidemocrático, porque esto está garantizado en base al principio ‎de la libertad de opinión. Tampoco es suficiente que los miembros de ese partido ‎se expresen en manera antidemocrática, eso también está permitido. Lo único ‎que cuenta para el Tribunal Constitucional es que el partido trabaje de manera ‎activa en la subversión del sistema democrático y eso es algo extremamente ‎difícil de probar».‎
De momento, los documentos recopilados por el Senado alemán permanecen ‎secretos, ya que se quiere evitar que los extremistas puedan ocultar pruebas en el ‎curso del procedimiento. Aún así, hay gran escepticismo. «Es muy difícil probar ‎que los diez atentados de la célula terrorista fueron encargados por el NPD. Eso no ‎se va a poder demostrar. Asímismo, no se va a poder argumentar que miembros ‎activos del NPD fueron corresponsables de los asesinatos», señala el experto en ‎partidos políticos de la Universidad Libre de Berlín Gero Neugebauer, quien añade ‎que el procedimiento contra el NPD fue perjudicado por la falta de una posición ‎común entre Senado, Parlamento y gobierno.‎
De hecho, el gobierno de Angela Merkel pareció poco convencido de la iniciativa y ‎tomó distancia. El ministro del Interior, Hans Peter-Friedrich, dijo en declaraciones ‎recientes que «el NPD es un partido que está muriendo. Esto es una prueba de que ‎no necesitamos un procedimiento para prohibirlo».‎
‎¿Sociedad cómplice?‎
Es cierto. En las últimas elecciones regionales, celebradas el 20 de enero pasado ‎en el land norteño de Baja Sajonia, el NPD logró sólo el 0,8% de las preferencias. ‎A nivel federal las encuestas le atribuyen una intención de voto del 1,5%. Es decir, ‎quedan lejos los resultados de 1996 con 4,8% en las elecciones federales, apenas ‎debajo del límite para sentar diputados en el Bundestag, la Cámara baja del ‎Parlamento federal. Pero en los estados federados orientales de Meckleburgo-‎Antepomerania y Sajonia-Anhalt, el NPD mantiene escaños en los Parlamentos, tal ‎como en varios ayuntamientos. Por esta razón, se beneficia de la financiación del ‎Estado, como los otros partidos.‎
Es precisamente este último detalle el que causa indignación en un país donde el ‎drama de la dictadura nazi y el Holocausto sigue siendo una herida abierta. «Es ‎insoportable que el NPD pueda difundir su veneno fascista con la ayuda del dinero ‎de los contribuyentes», comenta en un correo electrónico Dieter Graumann, ‎presidente del Consejo Central de Judíos en Alemania. «La libertad de opinión no ‎puede servir como cubierta para el racismo, el antisemitismo y el odio contra los ‎extranjeros», agrega.‎
Otro enorme obstáculo para la prohibición del partido sigue siendo el papel de los ‎informantes infiltrados y pagados por el Estado. En 2003, la Corte Constitucional ‎puso particular acento en este tema al rechazar la petición de prohibición del ‎partido neonazi. El tribunal dijo entonces que no se podía descartar que los «V-‎Leute» hubiesen contribuido activamente a formular los programas electorales del ‎NPD, o incluso a radicalizar la formación política.‎
Muchos consideran entonces que el problema del extremismo, el racismo, la ‎xenofobia y el antisemitismo es mucho más amplio que la simple cuestión del ‎NPD. El Estado alemán no puede decirse ajeno: la complicidad de los servicios ‎secretos con los terroristas lo ha demostrado. La población tampoco, ya que un ‎estudio reciente encargado por el gobierno reveló, por ejemplo, que uno de cada ‎cinco alemanes es «antisemita latente».‎
‎»Ahora parece que todo el mundo se está concentrando en la prohibición. Sin ‎embargo, no hay que suavizar ni ignorar las condiciones que provocan en la ‎sociedad tendencias misántropas», asegura Bekir Alboga, representante de la ‎Unidad de los Musulmanes Turcos en Alemania (Ditib), una comunidad que resultó ‎ser objetivo explícito de la célula NSU, «ya que el extremismo no se encuentra en ‎habitaciones sin aire, sino que está en la sociedad. Todos los miembros de la ‎sociedad se tienen que preguntar cómo fue posible llegar a una radicalización tal ‎del extremismo de derecha para que se produjeran ataque terroristas». ‎Precisamente esto, otra vez, tendrá que hacer Alemania en este año electoral ‎frente a dos citas clave: el fallo de la Corte Constitucional y el proceso contra ‎Beate Zschäpe, como corresponsable de todos los crímenes de la NSU.‎