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La masacre de Munich, en primera persona: «Fui el último en salir del departamento»

Shaul Ladany es uno de los sobrevivientes del ataque terrorista en los Juegos Olímpicos de 1972, en el que murieron once atletas israelíes; en una entrevista con canchallena.com, a los 76 años, cuenta cómo escapó y revela detalles de aquella madrugada; «Cuando me despertaron pensé que se trataba de una broma», recuerda.

En Munich son las 4.30 de la madrugada del 5 de septiembre de 1972. En la Villa Olímpica el silencio es absoluto, todos duermen. O casi todos. Ocho personas vestidas como atletas se esfuerzan por trepar uno de los muros para ingresar a la ciudad deportiva. No lo están logrando, en la oscuridad de la noche les cuesta subirse. Es invalorable, entonces, la ayuda ocasional que reciben de unos deportistas norteamericanos que se habían ido de copas y también se movían en las penumbras. Una vez adentro de la Villa, sacaron de sus bolsos las armas y caminaron hacia el edificio israelí.
La masacre de Munich se produjo en la madrugada del 5 de septiembre. Ocho terroristas palestinos, que pertenecían al grupo «Septiembre negro», irrumpieron en uno de los edificios del equipo israelí de la Villa Olímpica. Allí ejecutaron a dos de los atletas y tomaron a otros nueve como rehenes. Pedían la liberación de más de 230 palestinos presos en cárceles israelíes. Todo terminó con un feroz tiroteo, muchas horas después, en el aeropuerto cuando los secuestradores intentaban fugar en un avión. En total murieron once deportistas israelíes, cinco de los ocho terroristas y un policía alemán. El operativo de rescate fue blanco de críticas de todo el mundo.
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«Alrededor de las 5.30 me despertó un compañero del piso de arriba y me dijo que Moshé Weinberg, coach de lucha, había sido asesinado por un terrorista. Lo primero que pensé era que se trataba de una broma. Al abrir los ojos y ver a mi compañero vestido caí en la cuenta de que no podía ser una broma. Ahí comprendí que algo malo estaba ocurriendo».
Shaul Ladany es profesor de Ingeniería y vive en Israel. Tiene 76 años y un hablar pausado y cadencioso. Hace cuarenta años, integró el equipo de su país que participó de los Juegos Olímpicos de Munich 1972. Compitió en los 50 kilómetros marcha y es uno de los sobrevivientes del cruento ataque de un grupo palestino a la delegación israelí. En una charla con canchallena.com, Ladany repasó cómo le escapó a la muerte aquella madrugada del 5 de septiembre.
«Yo competí el 3 de septiembre, por lo que al otro día tuve mi primera jornada libre desde mi llegada a Munich. A la tarde fuimos invitados, toda la delegación, a una gala de un famoso artista israelí y asistimos al backstage, detrás de las cortinas. Pasamos un hermoso momento juntos. De hecho, allí nos sacamos una foto grupal con el actor principal, fue la última foto de nosotros como grupo… la guardo con un cariño especial», cuenta Ladany. Pocas horas después de esa noche juntos se produciría la masacre en la Villa Olímpica.

Las preguntas casi no son necesarias. El profesor de ingeniería continúa con su relato: «Alrededor de la medianoche volvimos al hotel. Moshé me pidió el reloj alarma. Le dije que se lo daría, pero cuando yo volviera del comedor ya que tenía mucha hambre. Así que me fui solo a cenar. Cuando regresé al departamento, cerca de la 1, le dejé el despertador. Fue la última vez que lo vi».
El equipo israelí se alojaba en cinco departamentos, del 1 al 5. La distancia entre ambos era de sólo unos cinco metros, estaban pegados. Moshé estaba en el departamento 1, donde fue asesinado, y Laudany, en el 2.
«Cuando mi compañero me despertó salí del dormitorio y fui por el corredor; me asomé a la calle. No era consciente del peligro. Observé que en el edificio de al lado había un hombre con piel oscura, con ropa clara, y un arma en su mano», hace una pausa, y sigue: «Comprendí que algo andaba mal. Entonces fui al segundo piso de mi departamento, ya que estaba comunicado por una escalera con el departamento 1. Desde allí vimos la sangre de Moshé, su cuerpo estaba tirado», cuenta. Luego de matar a Moshé, los terroristas tomaron rehenes del departamento 3.

-¿Qué hicieron en ese entonces?
-Recuerdo que alguno de mis compañeros dijo que querían tomar rehenes y decidimos irnos. Mientras comencé a cambiarme, vi a alguien que caminaba por el balcón y me di cuenta que si corría para escaparme sería posible blanco de este tirador. Todo esto mientras me ponía ropa sobre mi pijama. Fui el último en salir de mi departamento.
-¿En ese momento comprendió la gravedad de lo que pasaba?
-No. En ese momento caminé hasta la terraza y decidí no salir, pero sí avisarle al jefe de misión. Caminé por donde no me viera el tirador. No pensaba en que me podían matar, no era consciente. Nunca fui un cobarde. Fui al departamento número 5. El jefe de la delegación sabía ya lo que estaba pasando. Cerramos la puerta y el jefe de misión dijo que tenía que hacer una llamada para avisar al comité israelí que se hospedaba en diferentes hoteles de Múnich. Tomó un papel y empezó a hacer llamados. El estaba muy calmo al igual que yo. Cuando terminó dijo que debía avisarle a la prensa lo que estaba pasando, y así lo hizo.
Al volver a la escena de la toma de rehenes, Ladany se enteró que Yossef Romano, levantador de pesas, también había sido asesinado. «Sólo muchas horas después supimos la muerte del segundo atleta, ya que su cuerpo estaba oculto en el edificio».
Por muchos años, Ladany pensó que el azar quiso que los palestinos llevaran a los rehenes hacia el departamento número 3, después de haber irrumpido en el número 1.

La teoría de por qué no fueron al departamento número 2. «Cuando los atacantes le preguntaron a Moshé, que había recibido un disparo en la mejilla, dónde estaba el resto de la delegación, él los llevó al departamento 3 porque allí estaban los atletas más fuertes, como los levantadores de pesas y los que practicaban lucha. Muchos años después elaboré un pensamiento sobre por qué no fue atacado el edificio donde yo estaba: todo plan terrorista tiene una preparación, mapa y logística. Había un papel pegado con los nombres de quiénes estaban en cada departamento. Fueron los primeros Juegos en los que había computadoras con información de cada atleta. Los atacantes estaban al tanto de que en el departamento 2 dormían dos excelentes tiradores, y se sabía que uno de los ocho terroristas trabajó en la organización de los Juegos. Probablemente sabía que estaba permitido que los tiradores tengan sus armas y municiones consigo en sus habitaciones. Mi teoría es que no quisieron confrontar el edificio donde había tiradores armados. Tuve suerte de ser el único de atletismo en esa habitación. Igual, es sólo una teoría».
-¿Qué relación tenía con los once atletas asesinados?
-Cuando terminó todo me sentí decepcionado, aunque es verdad que no los conocía de antes. Los conocí en los Juegos y no tenía una relación cercana con ninguno. No es como perder un ser querido o un amigo de muchos años. Pero de todas maneras perdí compañeros y lo sufrí mucho.
-Cuarenta años después, ¿qué análisis hace del fallido operativo de rescate?
-Lamento que las autoridades hayan tomado decisiones amateurs. El lugar ideal para liberar a los rehenes era en la Villa Olímpica. O, en el peor de los casos, cuando estaban por subir al helicóptero para ir al aeropuerto. Ellos [los alemanes] quisieron mostrar al mundo que en la nueva Alemania todo era hermoso, con flores y colorido. No querían acción militar ante los ojos de los periodistas que estaban en la Villa. La forma en que planearon y ejecutaron todo fue muy decepcionante.
-¿Qué hubiera pasado si los rehenes eran alemanes?
Todo hubiera sido distinto. Faltó alguien que tuviera testículos, faltó experiencia militar y coraje para mover al ejército. Dijeron que eso sólo lo hace el Parlamento y se hubiera tardado varias horas en conseguir ese permiso. No hubo un líder que se atreviera a mover a las fuerzas necesarias ante la gravedad de la situación. Fueron cobardes. Después de 35 años descubrí algo que los alemanes no quisieron hacer público. En el plan en el aeropuerto, en el avión, adentro, había un comando de cinco personas para actuar. Cuando se dieron cuenta del peligro, este comando abandonó el avión. Fue todo muy improvisado.
-¿Se arrepiente de algo que hizo o dejó de hacer esa madrugada?
-No me arrepiento de nada.
¿Le molesta que le pregunten por la «Masacre de Munich»?
– Para nada, no me molesta hablar de esto. Nunca me sentí un héroe ya que yo no elegí estar allí en ese momento. Me tocó y sobreviví. No creo en el destino, sólo hay cosas que uno no puede controlar. Yo no hice nada para sobrevivir.
-¿Soñó alguna vez con aquel 5 de septiembre?
-Nunca tuve pesadillas.
Su actualidad. «Me entreno todos los días y sigo compitiendo porque caminar es una forma de vida para mí. La última maratón fue en marzo y caminé 42.195 km. Sufrí una operación en la espina dorsal por un nervio que me producía dolor en una de mis piernas, pero ahora estoy perfecto, recuperándome». ¿Viajará a Londres para ver los Juegos Olímpicos? «Voy a ver los Juegos desde el sillón de mi casa, es el mejor lugar para vivir un Juego Olímpico».
El Holocausto. «Al principio mi nombre no figuraba entre los sobrevivientes de Munich. Dado que yo había estado en el Holocausto, los medios gráficos titularon: ‘La segunda vez no lo logró’, pensando que había muerto. De hecho sé que se hizo un minuto de silencio en un evento deportivo que tuvo lugar al otro día, en otro país. Cuando mis amigos me vieron pensaron que yo era un fantasma y me tocaban para ver si era real».
Las películas. «Vi cinco o seis películas que se hicieron sobre la tragedia y muchas están equivocadas en cómo cuentan los hechos. No me molesta verlas. La de Spielberg está muy bien lograda artísticamente, pero tiene algunos errores».