PRENSA

Arquitectura del horror

Alberto Giudici Disimulado en una espesa arboleda, en una tarde solitaria y lluviosa de octubre, con sus arcadas y columnatas estilo neogótico, la Ehrenhalle, o Hall de Honor, tiene la pátina decimonónica de tantos memoriales que rinden tributo a gestas, batallas, guerras. Y a los caídos, claro. Austeridad, sobriedad, cierta elegancia lejana, distante. Definitivamente otro tiempo. A ambos lados, una doble hilera de pesados pedestales de granito desciende cerrando el espacio adoquinado en una suerte de cubo virtual para dar sacralidad a este sitio que Adolf Hitler eligió para honrar a sus “mártires”, 16 en total, muertos en el frustrado putsch de 1923, en Munich. Hay que hacer un click en la imaginación, traer a la memoria las imágenes heladas pero potentes de El triunfo de la voluntad, el documental de Leni Riefenstahl filmado en gran parte aquí, repensar todo lo que vino después para sentir, como un escalofrío, que precisamente en este lugar, en este parque, el Luitpold Arena, en las afueras de Nüremberg, tan apacible ahora, y al pie de este templete, tuvo lugar la milimétrica puesta en escena de las gigantescas concentraciones del Tercer Reich preanunciando lo que sería la mayor maquinaria de matar de la Historia.