Apenas había transcurrido un mes desde la designación de Adolf Hitler como canciller de la Alemania nazi, en enero de 1933, cuando éste hizo públicas sus intenciones de establecer un Ministerio de Propaganda. El ministro designado fue, recordemos, Joseph Goebbels, uno de los dirigentes nazis más cercano a Hitler. La idea básica era la de usar a los medios como un ‘instrumento de poder’ (para así manipular a sus anchas a la opinión pública y desteñir las críticas, así como ocultar los fracasos) y como una ‘guía cultural’. Cabe recordar que desde 1930 los nazis ‘escracharon’ selectiva y sistemáticamente a los medios y a los eventos y líderes de la oposición. Atemorizando y demonizando a quienes escribían en ellos o participaban de los eventos. La técnica, perversa, no es entonces original de la Cuba de los Castro. Así el Estado nazi comenzó a controlar y vigilar sistemáticamente a los medios. Bien de cerca. Poco después, en apenas seis meses, como si la cuestión fuera urgente, todos los medios escritos de Alemania que se consideraron como «de oposición» fueron confiscados, incluyendo aquellos que tenían una orientación socialdemócrata o comunista. La confiscación incluyó a todos sus activos, inmuebles y maquinarias. Fue entonces, total. Completa. (…) * Ex embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
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