PRENSA

Ataques a la fe. Por Sergio Rubin

El respeto a los credos que capea en la Argentina -junto con una convivencia entre las religiones ejemplar- se empañó en las últimas semanas luego de una serie de ataques a símbolos cristianos en distintos puntos del país y de la violenta agresión a un judío ortodoxo que iba a una sinagoga en Buenos Aires. Algunos de esos episodios tuvieron una amplia difusión. Otros pasaron casi desapercibidos. Todos parecen haberse perdido en el fárrago noticioso cotidiano. Pero en los medios religiosos, a la par que encendieron luces amarillas, los casos suscitaron un incipiente análisis sobre la raíz de conductas tan deplorables y la coincidencia en la urgencia de que toda la sociedad -no sólo las comunidades atacadas- y los gobernantes tomen conciencia de su gravedad y se esfuercen para prevenirlos. La saga de los ataques se inició el 23 de julio en Paraná cuando un monumento a la Biblia en una plaza apareció manchado con pintura negra y con la inscripción «Basta de símbolos religiosos en espacios públicos». Fue 48 horas después de su inauguración por parte de líderes católicos, evangélicos y ortodoxos. Siguió el 30 de ese mes en Rosario de la Frontera, Salta, con la rotura de la imagen de la Virgen de la Montaña -muy venerada en la zona-, arrancada con cables y ganchos de su gruta cuyo interior fue incendiado. Siete días después se sacó del estadio de Colón de Santa Fe una imagen de la Virgen de Guadalupe porque «le traía mala suerte» a su plantel de fútbol y todo indica que fue destruida. Finalmente, el 24 de setiembre un joven insultó y golpeó a un judío observante en el barrio porteño de Flores.