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Editorial: Las denuncias por expresiones antisemitas aumentaron de 308 en 2008 a 503 en 2009, según un estudio de la DAIA

El fuerte incremento que registraron las denuncias por antisemitismo en 2009 respecto del año anterior constituyen un motivo de honda preocupación. Un informe realizado por el Centro de Estudios Sociales (CES) de la DAIA, que expone las denuncias de antisemitismo que la institución recibe en todo el país, arrojó que se incrementaron de 308 en 2008 a 503 en 2009. Ese estudio llegó a la conclusión de que el fuerte aumento coincidió con el recrudecimiento del conflicto en Medio Oriente durante los primeros meses de 2009, especialmente en la Franja de Gaza, e indicó que a medida que ese conflicto disminuyó, también lo hicieron las expresiones antisemitas. Que la posible causa de esas inadmisibles expresiones de intolerancia pueda haber radicado en el conflicto de Medio Oriente no atenúa su gravedad. Como en todo lo relativo a la discriminación, las causas del antisemitismo son complejas y variadas, pero fundamentalmente reconocen raíces patológicas que tampoco eximen de responsabilidad. «Para nosotros, el antisemitismo es como una enfermedad y de vez en cuando hay que tomar la temperatura para ver cómo está», señaló el embajador de Israel en la Argentina, Daniel Gazit, al conocerse el informe. La colectividad judía tiene una tan larga y fecunda presencia en la Argentina que ya no puede hablarse solamente de asimilación, sino del fuerte aporte que ha realizado en todos los campos de la actividad humana. Esa comunidad es indiscernible dentro del conjunto de la sociedad. Esa comunidad, además, espera con paciencia pero sin resignación que el Estado argentino encuentre a los verdaderos culpables de los atentados a la embajada de Israel en Buenos Aires, ocurrido en 1992, y a la AMIA, dos años después. Si bien ambos hechos atroces tuvieron por blanco una representación diplomática y una mutual judía, se trató de atentados a todo el cuerpo social argentino, por lo cual los reclamos de justicia y verdad no deberían circunscribirse a los familiares de las víctimas de las dos voladuras y a los abogados de la AMIA y de la DAIA. Es preciso ser inflexible ante la menor señal de antisemitismo, provenga de quien provenga. De ahí las fuertes y justificadas críticas que recibió el ministro de Economía, Amado Boudou, cuando recurrió a una aberrante calificación cargada de antisemitismo con la intención de descalificar a un periodista de La Nacion y a una colega de Clarín. Boudou se vio forzado a pedir disculpas, pero en otro país el hecho le habría costado el cargo. Es alentador que, según el CES, sólo el uno por ciento de las denuncias se refieren a agresiones físicas. Pero las formas más sutiles de antisemitismo persisten, por ejemplo, en los ámbitos educativo y laboral. Más que útiles, estos informes del CES resultan indispensables, y es de esperar que los próximos reflejen un franco descenso de la intolerancia. (Foto: Presentación del Informe en la UCA – L. Kremenchuzky)