PRENSA

Editorial: Un aniversario que no debe olvidarse

Hace nueve años, el 11 de septiembre de 2001, el terrorismo golpeó al mundo con un episodio de crueldad infinita y magnitud desconocida. Ese día, como consecuencia del atentado contra las Torres Gemelas, en Nueva York, murieron cuatro mil personas inocentes en menos de dos horas. Entre ellas había ciudadanos de 62 países distintos, lo cual constituye todo un símbolo. Apareció así, en los hechos, una nueva dimensión del horror. Por ello, de inmediato el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas definió lo sucedido como una verdadera amenaza para la paz y seguridad del mundo, y elaboró un sistema normativo que debe ser respetado por todos los países miembros. Hoy nadie puede sentirse completamente a salvo de la violencia terrorista. Todos sabemos que somos vulnerables, en cualquier rincón del mundo, ante la peligrosidad del extremismo islámico, que no retrocede ante nada asesinando o lastimando a civiles inocentes en nombre de sus ideas. Pero no hay cuestiones ni tensiones o circunstancias étnicas, religiosas, políticas, culturales, económicas o de ninguna clase que puedan legitimar ese horror. Entonces, el terrorismo es una forma de violencia que apunta inescrupulosamente contra civiles inocentes, con el propósito de intimidar a la sociedad toda. No obstante, sabemos que no debemos responder a la provocación dejando de lado nuestros propios valores. Porque ésa y no otra es la lucha por defender la civilización. De allí que se deba priorizar el respeto por el Estado de Derecho; desterrar la intolerancia; defender los derechos humanos y las libertades esenciales; privilegiar la democracia, y no perder nunca de vista la importancia de poder seguir viviendo en sociedades abiertas. Esto supone dar respuestas humanas a conductas inhumanas.