PRENSA

Atentado a la AMIA: Irán se negó a colaborar y a entregar a los acusados

Si existió alguna esperanza de que Irán colaborara en la investigación del atentado terrorista de la AMIA y entregara a sus 8 imputados iraníes, esa ilusión se apagó ayer en Lyon. La reunión de cuatro horas en el vidriado edificio de Interpol entre una delegación iraní y el fiscal argentino Alberto Nisman y su equipo de diplomáticos fue tan tensa como infructuosa.

Fuertes intercambios y repetitivos argumentos cruzaron el embajador iraní y ex encargado de negocios en Buenos Aires, Mohsen Baharvand con el fiscal Nisman y el experimentado embajador argentino Guillermo González en la planta baja del edificio de Interpol, cuyo secretario general, el norteamericano Roland Noble decidió «mediar» en el sensible caso. Por los iraníes, solo monologó el diplomático. El juez iraní Yadollah Alizadeh, que ordenó la búsqueda y captura de los funcionarios argentinos que intervinieron en la causa, el jefe de Interpol en Teherán, Mohamad Reza Kamiri y una persona presentada como un «experto antiterrorista» no expusieron sus posiciones públicamente.

«Toda cooperación hay que hacerla dentro del marco legal de cada estado», repitió desde el principio hasta el final el embajador Baharvadab, sin explicar qué significaba. También se negó a dar un solo ejemplo de su instrumentación. Solo admitió que había «un litigio» entre ambos países.

Mientras el jefe de la delegación iraní insistía en que no se podía «apurar» un acuerdo, los argentinos se desilusionaban de una reunión que tenía como objetivo conseguir la colaboración iraní para juzgar a los imputados por el atentado de la institución judía en un tribunal alternativo en un país neutral. El fiscal Nisman terminó exasperado y convencido que es «un delito imprescriptible y de lesa humanidad» y que a la Argentina le espera «un largo camino» hasta conseguir la captura y el juicio de los imputados, todos funcionarios del régimen iraní en 1994.

Nisman llevaba como propuesta un tercer país neutral para juzgar a los imputados iraníes por el acto terrorista en la AMIA .Se inspiró en los modelos que enjuiciaron a los responsables del atentado al avión de Pan Am sobre Lockerbie, cuyo tribunal finalmente funcionó en Holanda, y en el del asesinato del ex premier libanés Rafic Hariri, que creó un tribunal especial para el Líbano, con el patrocinio de la ONU en La Haya. Se pensaba en países como Marruecos o Costa Rica, después que se estableciera un acuerdo entre los estados y el compromiso de que los imputados no serían juzgados en ese territorio por otros delitos ni serían extraditados a otros paises.

El encuentro dejó en evidencia que el embajador iraní parecía «no tener instrucciones para avanzar en ese tipo de propuesta», aunque ya conocía esa posición argentina.

La reunión se realizó cuando Interpol decidió intervenir para facilitar un encuentro argentino- iraní. En un día helado, tras una brutal nevada en el sur de Francia, se reunieron frente a frente, con una nube de traductores de español, francés, inglés y farsi en un salón de conferencia de Interpol, un monumental edificio sobre el rio Rhone.

En un momento, el fiscal Nisman explicó que estaba en esa negociación después de convencer a familiares de las víctimas, que le preguntaban para qué iba a sentarse con «terroristas». «¡¡¡Nos acusa de terroristas!!!», respondió Baharvand.

En otro cruce, Baharvand preguntó a Nisman si acusaba al régimen iraní o a ciudadanos iraníes. «Nosotros imputamos a ex funcionarios iraníes , que estuvieron en el régimen en 1994. Es igual que en Argentina, cuando acusamos a ex funcionarios como el ex presidente Menem», respondió Nisman.

Irán se encuentra en medio de un torbellino revolucionario disidente, donde la oposición que nació de una escisión del régimen, le disputa a los ayatolla ortodoxos y al presidente Ahmadinejad su representatividad, conseguida en «elecciones fraudulentas» y con manifestaciones callejeras.

En la lista de funcionarios con pedidos de captura argentinos se encuentran políticos iraníes, como el ex presidente Ranfansani, que han perdido los favores del régimen aunque sea el hombre más poderoso y rico del país. En Teherán lo consideran, junto al ex presidente Khatami, un «desestabilizador» que defiende actualmente los intereses de Occidente y detesta al presidente Ahmadinejad.