PRENSA

Un viaje por el pasado para crear conciencia

En el barrio de Belgrano R hay una casona donde las gargantas se anudan y se camina con angustia: palpita, entre sus paredes, uno de los hechos más trágicos del siglo XX.
Es el Centro Ana Frank Argentina, un museo interactivo que cuenta con una recreación exacta de la casa original de Ámsterdam donde la autora del conmovedor diario que pasó a la historia como testimonio de dignidad e inocencia en medio del horror nazi estuvo escondida junto a otras siete personas. El centro abrió sus puertas hace unos meses (en el mundo hay sólo cuatro en su tipo) y apunta, principalmente, a crear conciencia en chicos y adolescentes sobre el valor de los derechos humanos, para que la barbarie no se repita.
Lo primero, en la planta baja, es una muestra de fotos que, en coordinación cronológica, muestra dos historias. La del nazismo, su surgimiento, el apogeo, y sus crímenes. Y la de Ana Frank, una adolescente sonriente y libre hasta que se cruza con la tragedia.
Frank, alemana nacida en 1929, aparece tranquila en una foto sacada en una playa de Holanda –país en el que se instaló su familia huyendo del régimen de Hitler– mientras en ese momento hordas SS ya empezaban a asesinar judíos en Berlín.
Las imágenes, con alguna que otra excepción, como la que muestra a un hombre arrodillado a segundos de que un oficial nazi le vuele la cabeza de un tiro, no son extremadamente crueles.
No es casual. “Nosotros creemos que lo que es demasiado fuerte, horroroso, no produce reflexión sino necesidad de dejar de mirar”, explica el director del centro, Héctor Shalom.
Y, además, como lo que le sucedió a Ana Frank sirve de abordaje del tema del holocausto para los chicos, la idea no es traumarlos sino que sepan que todo eso sucedió y que hagan un ejercicio de reflexión.
Pero lo más fuerte está en el segundo piso: subir la escalera es retroceder setenta años. A un ambiente que oprime. El guía está parado frente a una bibliotequita que, con libros y todo, es una réplica de la que había en la casa de Ámsterdam. Cuando invita a seguir con el recorrido, sorpresa.
Empuja la biblioteca (una puerta secreta, como en la casa real) y, agachando un poco la cabeza, aparece “la casa de atrás”, el refugio donde Ana Frank, sus padres, su hermana y unos amigos se las arreglaron para sobrevivir durante dos años.
Esos ambientes son, en cada detalle, iguales a los originales: la radio donde los Frank escucharon por la BBC que los aliados habían desembarcado en Normandía, las fotos de actrices de los cuarenta pegadas en la pared, el horno, la escalera de madera que lleva al altillo, la camita de Ana Frank, su camisón rosa colgado en una percha, los poquísimos metros cuadrados. Sobre un pequeño escritorio, los mismos libros que leía y un velador iluminando un diario, su diario. La imagen aparece sin forzarla: ahí esta Ana escribiendo una de sus más lindas y paradójicas frases: “A pesar de todo, sigo creyendo en la bondad innata del hombre”.
El visitante se sugestiona: es como estar parado al lado de la adolescente.
El centro tiene una sala dedicada exclusivamente a la dictadura.
Es para que se entienda que también en la Argentina se humilló y se pisoteó miles de vidas.
La conexión, en un panel, entre las miradas siniestras de Hitler y Videla. “El concepto es hacer una recorrido entre el nazismo y la dictadura”, dice Shalom. Al centro ya lo visitaron alumnos más de cien colegios diversos, hasta fue uno de la tercera sección de islas del Delta.
Shalom cuenta que los chicos (de diez años en adelante) “pasan por un momento visceral en el que se enmudecen y otro en el que empiezan a hacer preguntas”. Entre los visitantes también hay familias y turistas. La experiencia termina con una proyección en el auditorio de un corto sobre la vida de Frank y de videos de un minuto sobre derechos humanos y otros para debatir entre todos con temas como: ¿tiene que estar permitida la venta del libro Mi lucha, de Hitler? Referentes como Estela de Carlotto; el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, y el juez de la causa ESMA, Sergio Torres, entre otros, integran un consejo de honor del centro. Hay charlas avanzadas con la ministra de Defensa, Nilda Garré, para que cadetes y también escalafones más altos de las Fuerzas Armadas visiten el centro.
En el jardín crece un arbolito de un metro. Es de un retoño original al que Ana Frank le escribió durante su ocultamiento.
Un dato: en la casa de Belgrano R mujeres y hombres perseguidos durante la dictadura encontraron refugio.

Más info: el centro está abierto de martes a sábado de 14 a 19. Superí 2647.
Teléfono: 3533-8505.