PRENSA

Camino a una confrontación

Los nuevos anuncios sobre el programa nuclear de Irán han impulsado una grave escalada política con consecuencias imprevisibles. El presidente de Irán redobló la apuesta con la desafiante decisión de enriquecer uranio al 20 por ciento. La medida constituye un primer paso concreto en el camino al arma nuclear. No se trata de un espejismo ni de una exageración.

Esta situación despertó nuevamente la amenaza de sanciones a pesar de que en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas no parece existir consenso para repetir una cuarta ronda de medidas punitivas. China y Rusia siguen procurando desalentar esa posibilidad tratando de convencer a Teherán sobre los méritos de un arreglo diplomático. Reuniones en Viena de último momento procuran encontrar una fórmula de compromiso que dé salida a la crisis dentro de parámetros renovados de la propuesta original de los G-6 (Alemania, Estados Unidos, China, Francia, Reino Unido y Rusia). Sin embargo, la capacidad de la diplomacia se ha reducido sustancialmente ante la falta de voluntad política de las partes de realizar esfuerzos adicionales.

De no producirse resultados en los próximos días, las consultas políticas se irán desplazando al campo de las retaliaciones a pesar de que la historia demuestra la reducida eficacia de esa estrategia.
En este contexto, los riesgos de confrontación son serios. Difícilmente Teherán acepte con proporcionalidad la aplicación de sanciones que inevitablemente interpretará como actos de agresión. Preparativos militares en el golfo Pérsico y en el Mediterráneo ponen en evidencia esa posibilidad.

La pregunta es cómo se llegó a esta situación. Puede haber distintas respuestas. Desde la perspectiva de la prevención de la proliferación de las armas nucleares, el concepto determinante ha sido la incapacidad de establecer a través del Aiea de un mecanismo de cooperación con Irán para los desarrollos pacíficos de su programa nuclear. La atmósfera política entre Estados Unidos e Irán al comienzo de la Revolución Islámica contaminó las perspectivas de esa cooperación con restricciones injustificadas al uso de tecnologías. Esa actitud produjo un cambio de comportamientos incluyendo la necesidad iraní de desarrollos autónomos.

En ese contexto, una saga de faltas de confianza fue escalando en el tiempo.

Todas esas desconfianzas han rodeado la última etapa de la negociación del G-6 e Irán. La propuesta consistía en que Rusia enriquecería el uranio que poseía Irán de bajo enriquecimiento (entre el 3 al 5%) y lo llevaría al 20 por ciento. Francia lo convertiría en elemento combustible para ser usados en el reactor productor de radioisótopos medicinales. En un marco de tales características era muy difícil alcanzar un acuerdo creíble. Irán consideraba que, en el mejor de los casos, el G-6 haría un suministro con cuentagotas y conforme a las necesidades del reactor para producir radioisótopos. El G- 6, que Irán, al margen del acuerdo, seguirá enriqueciendo hasta sobrepasar el 20% ya que disponía de suficientes centrifugas para ese propósito. Se estima que la planta en Qom tendría ese objetivo. De las 3 mil centrífugas, 1.200 podrían ser utilizadas para enriquecer del 5 al 20%; del 20% al 60% necesitaría 250; y del 60% al 95%, 120 centrífugas. Estos pasos le permitiría tener el suficiente material para entre cuatro a cinco bombas nucleares.

Es en este contexto que el anuncio del presidente de Irán constituye una provocación. Sin embargo, responder con la misma moneda no parece lo aconsejable.

La situación interna en Irán también sugeriría analizar otra estrategia alternativa al camino de las sanciones o a la ruptura de las negociaciones. Irán deberá darse cuenta de que no hay espacio para el juego de palabras ni de aventuras nucleares. Debería abandonar la práctica de desarrollos nucleares clandestinos y aceptar, sin condiciones, el mismo nivel de control internacional al que se somete todo otro Estado con tecnologías similares.