PRENSA

En la mente de un terrorista

¿Qué lleva a las personas a matarse a sí mismas y a transeúntes inocentes? Hasta hace poco, la psicología del terrorismo había sido en gran medida teórica. Encontrar sujetos reales para estudiarlos era difícil. La posibilidad de acceder a los terroristas creció, sin embargo, y va cobrando forma una ciencia en ciernes. Son más los ex terroristas que hablan públicamente sobre sus experiencias. Decenas de miles están en programas de “des radicalización”, y son entrevistados, analizados y sometidos a tests psicológicos que permiten reunir información real sobre el sujeto. La propaganda terrorista invadió Internet y el pensamiento de los simpatizantes ahora está muy difundido. Sin embargo, las investigaciones tienen sus límites. Los relatos de los extremistas –generalmente islamistas militantes– son difíciles de verificar. Y los investigadores suelen disentir en cuanto al camino que lleva a la radicalización. Algunos lo reducen a la religión, otros a la política y el poder, otros a una serie de influencias sociales y psicológicas. Lo cierto es que, si bien las motivaciones para el terror pueden vincularse con la idiosincrasia, se ha identificado una gama de patrones comunes de los terroristas.
1. El camino a la violencia
Aunque no hay un perfil terrorista único, los investigadores coinciden amplia-mente en cuanto a los factores de riesgo relativos al compromiso. Entre éstos, figura lo que Jerrold M. Post, profesor de psicología po¬lítica y asuntos internos denomi¬na la “transmisión generacional” de creencias extremistas, que comienza en los primeros años de vida; una fuerte idea de victimi¬zación y alienación; la convicción de que las violaciones morales del enemigo justifican la violen¬cia para alcanzar una “condición moral más elevada”; la creencia en que el grupo étnico, religioso o nacionalista de los terroristas es especial y se halla en peligro de extinción, y que carece del poder político para efectuar cambios sin violencia.
La investigación también revela que algunos terroristas tienen una mentalidad criminal y habían sido delincuentes anteriormente.
Paradójicamente, según la in¬vestigación reciente, la angustia de la muerte desempeña un papel significativo en el adoctrinamiento de los terroristas y los suicidas; el miedo inconsciente a la mortalidad, a no dejar ningún legado.
Muchos investigadores coinciden en que si bien rara vez es un mo¬mento de revelación, normalmente hay un disparador de algún tipo que acelera la radicalización –por ejemplo, el asesinato de un amigo o pariente relacionado con algún aspecto político.
2. La vida en el grupo
La mayoría de los investigadores coincide en que la justificación pa¬ra la acción extremista, a través de una doctrina, ya sea ésta religiosa o secular, se desarrolla o se inten¬sifica considerablemente gracias a la dinámica de grupo. Post señala que Internet ha dado lugar a lo que podría llamarse una “comunidad virtual del odio”.
Una teoría sostiene que cuando las personas están en grupos es más probable que tomen decisio¬nes riesgosas porque ese riesgo se considera compartido y por ende, asusta menos.
A medida que el grupo se vuelve más radical, lo mismo le pasa al in¬dividuo, que probablemente siente la enorme presión social de estar de acuerdo con el consenso grupal.
3. Cuestiones morales
John Horgan, director del Centro Internacional para el Estudio del Terrorismo en la Universidad de Pennsylvania, se refiere a los “lí¬mites internos” de los terroristas. Para un libro que salió publicado el año anterior, el Dr. Horgan reunió los relatos de 29 ex terroristas, muchos de ellos desertores de gru¬pos como el Ejército Republicano Irlandés (IRA) y Al Qaeda. Des¬cubrió que los terroristas deben estar íntimamente convencidos de que la violencia contra el enemigo no es inmoral, pero que también tienen límites internos, de los que no son conscientes hasta que están profundamente incrustados en un grupo.
Algunos terroristas que acep¬taron matar a soldados fuera de servicio aborrecían la matanza de animales. Otros sólo aceptan un nú¬mero limitado de víctimas.
4. Los suicidas
Una vez que se es terrorista, vol¬ver atrás es muy difícil. Es algo que les pasa especialmente a los potenciales suicidas. En cuanto les asignan sus misiones, pasan a ser “mártires”. Echarse atrás sería de¬masiado humillante.
Arie W. Kruglanski, profesor de Psicología en la Universidad de Maryland, College Park, que ha es¬tudiado filmaciones de las últimas palabras de los suicidas y entrevis¬tas con sus madres, sostiene que la motivación de los suicidas es la bús¬queda de significación personal, el anhelo de una vida con sentido que parece llegar sólo con la muerte.
5. Dejar el terrorismo
Las razones por las que los terro¬ristas abandonan esa vida permite entender cómo funcionan sus men¬tes, y saber que sus creencias están más abiertas al cambio de lo que antes se pensaba, dice Horgan.
A los reclutas les prometen una aventura excitante y la posibilidad de cambiar el mundo. Pero después, explica Horgan, la vida es aburrida. Cuando ya son mayores, descubren que sus prioridades cambiaron; es posible que quieran tener una fami¬lia o que entiendan que los objetivos del grupo superan sus límites mora¬les internos.
En un caso, un ex recluta de Al Qaeda le dijo a Horgan que, cuando llegó a pelear a Afganistán, se sin¬tió consternado porque obligaban a los ancianos y a los niños a luchar. “Así, la imagen de ese movimiento totalmente noble, poderoso y lúcido recibió un primer golpe en su men¬te”, dice Horgan