PRENSA

Editorial: Peligro de implosión en Irán

La peculiar teocracia iraní atraviesa su momento de mayor inestabilidad desde que, en 1979, transformó a Irán en un país gobernado por los clérigos musulmanes. En rigor, desde junio pasado el país coquetea cada vez más insistentemente con la posibilidad de una implosión. Fue en ese momento cuando el gobierno del presidente Mahmoud Ahmadinejad, que goza del apoyo explícito del líder supremo de Irán, el ayatollah Ali Khamenei, logró la reelección, aunque en medio de múltiples acusaciones de fraude que generaron las primeras protestas populares masivas.
Desde entonces, cada fiesta religiosa iraní de alguna importancia ha derivado en duras confrontaciones callejeras entre el gobierno y multitudes que apoyan a la oposición. La consecuencia inmediata ha sido una gravísima represión, con decenas de muertos y heridos. La milicia Basij, el disciplinado grupo de choque que responde al gobierno, ha asesinado a unos pocos y golpeado salvajemente a muchos. Algunos de los caídos han sido transformados, como cabía esperar, en héroes de la libertad o en símbolos de la resistencia.
Ocurre que Irán está en medio de una feroz pulseada por el poder. Por una parte están aquellos que responden a Khamenei, poseen la fuerza y controlan tanto a los servicios de seguridad como a los medios de comunicación masiva. Por la otra, los que, por el contrario, apoyan a los actuales líderes de la oposición reformista: al candidato presidencial recientemente perdidoso, Hussein Moussavi (cuyo sobrino acaba de ser asesinado abiertamente por sicarios que presumiblemente actuaban para el poder), y al clérigo Mehdi Karroubi, alguna vez vocero del Parlamento. A ambos opositores les va en esto ciertamente la vida. Aunque lo saben, sin embargo no cejan en su intento de desplazar a un Khamenei cada día menos popular.
Los estudiantes universitarios están particularmente activos en los enfrentamientos callejeros. Los de la Universidad Tecnológica Amirkabir, por ejemplo, han suspendido todas las actividades hasta tanto la policía libere a algunos de ellos, recientemente detenidos. La próxima confrontación callejera probablemente ocurra el 11 de febrero, cuando se celebre el aniversario de la revolución iraní.
El gobierno, como siempre, acusa a los Estados Unidos y a Gran Bretaña de provocar y estar detrás de la cadena de incidentes, y ha tratado de distraer la atención interna con un nuevo e intempestivo desafío a la comunidad internacional para que ésta apruebe, en el plazo perentorio de un mes, una sorpresiva propuesta iraní relativa a su sospechoso programa de enriquecimiento de uranio.
Sin embargo, pocos son los que, dentro o fuera de Irán, se distraen, porque todos saben que la revolución clerical está en su hora más difícil y, por ello, dispuesta, en apariencia, a jugarse el todo por el todo. Pero en la otra orilla están los que, en cambio, procuran recuperar una normalidad pacífica extraviada y el mínimo de libertad que les ha sido escamoteado.