PRENSA

Sobreviviente del Holocausto

En carne propia vivió el horror del campo de concentración de Auschwitz, durante el régimen nazi. Estuvo en San Juan contando su historia.

De caminar pausado, propio de su edad pero con mayor peso por lo que le tocó vivir, David Galante a sus 85 años es el crudo testimonio de lo que fue la etapa más dramática de la historia universal. Es sobreviviente del campo de exterminio judío Auschwitz y después de haber pasado por hechos aberrantes que marcaron su vida para siempre, hoy ofrece su testimonio para las nuevas generaciones puedan saber qué pasó en el Holocausto. A este objetivo se le suma su profundo deseo de que esta etapa que tiñó de negro la historia europea «no vuelva a repetirse jamás».

Vivía en Rodas con sus padres Rebeca y Abraham y sus hermanos Rosa, Juana y Matilde, hasta que un día en esa ciudad griega desembarcaron los nazis y en cuestión de segundos, la guerra se instaló en su vida y en la de su familia como la peor pesadilla jamás imaginada. «Vi a la ciudad de Rodas alejarse lentamente a mis espaldas, despidiéndonos hasta el más trágico destino», comentó Galante ante los sanjuaninos que se prestaron a escucharlo ayer en la Sala de Vicegobernadores de la Legislatura provincial en la cátedra libre «Holocausto y Memoria» organizada por la UNSJ, UCC y Sociedad Israelita.

En su traslado hacia a Auschwitz, viaje que duró 12 días, por los ojos de este sobreviviente pasaron niños y ancianos golpeados y abandonados que no podían subir a los vagones. Con estas imágenes entre otras más crueles aún, comenzaban sus días de impotencia, asfixia, hambre, miedo, angustia, dolor y muerte. Pero fue en Auschwitz donde comenzó a ver «lo que nunca debía haber visto, lo que nunca nadie verá» y lo que sus ojos -asegura- «no podrán olvidar».

Al llegar campo de concentración, en sus espaldas sintió los golpes de los nazis para separar a los hombres de las mujeres, a los viejos de los jóvenes, a los niños de sus padres, a los fuertes de los débiles y a los sanos de los enfermos. Ese fue el momento en que David Galante comenzó a convivir con la muerte. Allí vio a sus padres y a sus tres hermanas por última vez. Le grabaron un número en su brazo con el que intentaron reemplazar su nombre e identidad, el mismo número que ve en su cuerpo «cada mañana al despertar». Así pasaban sus días, tratando de sobrevivir y esquivando la muerte por «un día más de vida» -frase que lleva de título el libro que escribió Martín Hadan-.

Galante tuvo la muerte tan cerca que aún no puede quitar se su mente aquella bala que le rozó su nariz para luego acertar en la cara de un hombre que quedó tendido a su lado.

Del horror no escapó, fue liberado por las tropas soviéticas. Tenía los pies quemados al caer sobre un fogón, cuando los nazis le dieron un empujón. Pero los soldados rusos lo llevaron al hospital, donde pudo curarse.

En 1945, después de la liberación viajó a Roma y cuando ya quedaban las últimas esperanzas, por la radio del Vaticano que diariamente difundía la lista de los sobrevivientes, escuchó el nombre de un hermano que se había salvado igual que él y lo buscó hasta encontrarlo. Ambos querían llegar a Argentina pero no tenían permiso para entrar al país y entraron por contrabando. Se escondieron en un barco argentino, gracias a la complicidad de un comisario de carga. El viaje duró 50 días y al llegar se mezclaron con los familiares del comisario y bajaron sin problemas.