PRENSA

Editorial: Ahmadinejad alborota la región

Con la buena acogida que tuvo en Brasil, el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, ha logrado ampliar el escenario en el cual la comunidad internacional evalúa sancionarlo por su rechazo a la oferta de enriquecer uranio para usos pacíficos fuera de su país. De haberla aceptado, el régimen teocrático habría despejado dudas sobre los fines de su programa de desarrollo nuclear, condenado ahora por la junta de gobernadores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
Su respuesta negativa no arroja certeza alguna, sobre todo después del deseo manifiesto del gobierno iraní, reelegido en junio en forma fraudulenta y con represalias contra la oposición, de borrar del mapa al Estado de Israel tras haber negado sistemáticamente el Holocausto. En boca de un mandatario, expresiones de odio de ese calibre representan algo más que una simple amenaza.
A tono con Ahmadinejad, después de haber recibido a los presidentes de Israel y la Autoridad Nacional Palestina, Shimon Peres y Mahmoud Abbas, respectivamente, luego de la visita en Buenos Aires, el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, no pareció reparar en los atentados terroristas ocurridos en la Argentina en la década del noventa, detrás de los cuales se presume que estuvieron autoridades iraníes, ni en el temor despertado en la comunidad internacional por el desarrollo de un nuevo polo nuclear en una de las zonas más conflictivas del planeta.
La diplomacia, dijo Lula, es más útil que el aislamiento. Lo es en tanto conduzca al diálogo en lugar de servir de refuerzo para una posición antagónica cuyos otros referentes en América latina, Hugo Chávez y Evo Morales, se caracterizan por un odio visceral a los Estados Unidos que, a veces, los ciega.
Es notable que, durante la visita de Ahmadinejad a los tres países, la presidenta Cristina Kirchner no se mostrara inquieta ni molesta por la nula solidaridad de sus pares tras las tragedias acaecidas en la Argentina. Si los anfitriones hubieran sido otros, quizás ese aspecto no habría sido pasado por alto, casi oculto debajo de la alfombra.
Esto da una pauta del escaso grado de comprensión y unidad que campea en América latina, más atado a los lazos personales entre presidentes que a los valores compartidos entre las sociedades. No se trata de seguirles el juego a los Estados Unidos en este caso, sino de advertir que Lula ha utilizado la incómoda visita para dirimir sus diferencias con Obama sobre varios asuntos. Entre otros, la posición sobre Honduras.
En la Argentina, en coincidencia con la visita de Peres, se quiso tomar a la ligera un gesto que, en principio, causó preocupación en otras latitudes. Al margen de las diferencias que puedan tener Lula y Obama por la situación de Honduras, la Ronda de Doha y el calentamiento global, el mensaje de Lula resultó más perturbador que la conocida posición de Ahmadinejad: Irán tiene el derecho soberano de desarrollar su programa nuclear.
Si Brasil se erige como líder de América del Sur, el crédito de la gira de Ahmadinejad es doble. En Venezuela y Bolivia ya había estado y, a su vez, con inversiones y acuerdos, varios proyectos conjuntos están en marcha. En Brasil, considerado ahora el país con mayor trascendencia regional, hizo su debut con el pie derecho.
El liderazgo de Brasil, aún en ciernes, puede llevar a Lula a precipitarse en sus juicios y, sin querer, a pecar en sus concesiones con gobiernos que pueden ser en apariencia dóciles, pero entrañan sospechas sobre el pasado y siembran temores para el futuro. Debió ser la Argentina, damnificada de atentados, un poco más firme en sus convicciones, si las tiene el Gobierno, sobre la inoportuna presencia de Ahmadinejad no sólo en Brasil, sino, también, en los territorios de dos aliados de los Kirchner, como Chávez y Morales. Saber de antemano que algo va a ocurrir no significa que no se tome la posición que corresponde frente a un gobierno que se mofa del pedido de colaboración de otro para cerrar dos de las peores heridas de su historia