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Ahora Irán acepta que la ONU revise su nueva planta atómica

Irán lanzó ayer señales ambiguas, aunque en gran medida tranquilizadoras, hacia Occidente después de que se reveló, la pasada semana, que estaba construyendo secretamente una segunda instalación de enriquecimiento de uranio.

Los gestos de apertura, aunque matizados con cierto tono de burla hacia sus adversarios mundiales, se produjeron inmediatamente después de que el presidente de EE.UU., Barack Obama, reiteró su intención de sostener un diálogo amplio con la teocracia iraní en alusión a la ronda que se inicia el 1° de octubre en Ginebra.

Pero lo dijo en un mensaje en el que advirtió, con severidad, que a cambio Irán «debe cooperar plenamente con la Agencia Internacional de Energía Atómica (dependencia especializada de la ONU) y actuar para demostrar sus intenciones pacíficas».

«Los líderes iraníes deben elegir ahora: pueden cumplir su responsabilidad y lograr la integración con la comunidad de naciones o encarar crecientes presiones y aislamiento y negar oportunidades a su propio pueblo», sintetizó el mandatario demócrata.

Minutos después, el jefe del programa nuclear de Irán, Alí Akbar Salehi, anunció que su país permitirá a la AIEA revisar y monitorear las nuevas instalaciones de enriquecimiento.

Se trata de una planta ubicada en el centro del país, en Qom, y que se encuentra en etapa avanzada de construcción. Tiene una capacidad para albergar unas 3.000 centrifugadoras, la mitad del primer laboratorio, ubicado en Natanz. Esas centrifugadoras son la maquinaria clave para enriquecer el uranio.

Irán, que es un país petrolero pero con una deficiente industria y está obligado a importar combustible, afirma que su involucramiento nuclear no es para armar un arsenal sino que tiene fines energéticos. Pero hay una enorme desconfianza internacional, que se alimenta en el conflicto permanente que sostiene con Israel, que a su vez está empeñado en evitar la consolidación como potencia regional de la nación persa. Las dudas y sospechas también se sostienen en constantes actitudes provocativas del presidente iraní Mahmud Ahmadinejad.

El mandatario, quien logró notoriedad por su demanda de destruir a Israel y negar el Holocausto, presumió del disgusto que causó en Occidente la novedad de la aparición de esta otra instalación secreta. «Pueden continuar usando esto en los medios occidentales, pero fue un duro golpe para su arrogancia», dijo el presidente apenas un rato después de que su gobierno retrocedió y aceptó las inspecciones de la ONU. «Este caso ha tomado tales proporciones que ahora pensamos que los occidentales lamentarán haber hablado de ello», añadió.

La noticia efectivamente generó múltiples reacciones y es difícil evaluar cuál de ellas puede ser vista de modo positivo por Teherán. Aliados de ese país como China y Rusia se unieron a las potencias occidentales para expresar su preocupación. El vocero de la cancillería de Beijing, Ma Zhaoxu, destacó el pedido del gobierno chino para que Irán colabore con la AIEA y se comprometa a dar «pasos constructivos».

El presidente ruso Dmitri Medvedev fue aún más lejos: sostuvo que no descartaba que Moscú apruebe sanciones al país persa, a diferencia de lo que Rusia había defendido antes. «Si las iniciativas actuales no funcionan, habrá que considerar otros mecanismos».

El anuncio de la autorización para la supervisión de la AIEA pareció salir a aliviar el enojo internacional que produjo la novedad de la nueva instalación de enriquecimiento. Y logró un primer efectivo positivo. La canciller norteamericana Hillary Clinton, acogió con beneplácito ese anuncio.

«Toda decisión de Irán de cumplir con las leyes y regulaciones internacionales, en particular con la AIEA, es siempre bienvenida», dijo Clinton a los periodistas.

De todos modos la tensión no se aliviará. La sección aérea de la Guardia Revolucionaria, el cuerpo militar más aguerrido de Irán, iniciará hoy una serie de maniobras que incluirán el lanzamiento de «un gran número de misiles», según consignó un anuncio oficial.

La semana pasada, el ejército iraní exhibió varios de sus proyectiles balísticos de fabricación nacional. Entre los misiles exhibidos, destacaron la segunda generación del «Seyil», el «Zeizal» y la tercera de los de largo alcance «Shahab», que pueden alcanzar blancos a dos mil kilómetros de distancia, es decir que cubren fácilmente toda la región.

Irán está sujeto a un embargo internacional de armas desde que estalló en 1980 la guerra contra Irak que se extendió hasta 1988. Ese conflicto fue estimulado por Washington para intentar acabar con la entonces recién llegada revolución islámica. Pero la guerra concluyó con más de un millón de muertos y sin que Saddam Hussein, aliado firme de Washington en aquellos años, pudiera quebrar al régimen teocrático.

Pese al embargo los iraníes pusieron en marcha desde 1992 un ambicioso programa bélico y de desarrollo de la energía nuclear que contó con un apoyo clave, precisamente de Rusia.

El programa nuclear persa
La primera plantas de enriquecimiento de uranio de Irán esta en Natanz, centro del país. Y su existencia fue revelada en 2002. Tiene 8.000 centrifugadoras pero puede albergar hasta 50.000. Esta bajo supervisión de la AIEA.

La segunda, es la que ahora se conoce. Esta en Qom (centro). Estaría enterrada bajo una montaña y puede contener unas 3.000 centrifugadoras.

Irán también tiene una planta de conversión en Ispahan, para generar los gases que usan las centrifugadoras; una planta de fabricación de combustible nuclear también en Ispahan; Un reactor de agua pesada en Arak y, en la ciudad de Bouchehr, una central nuclear en fase final de construcción.