PRENSA

Autocrítica alemana por abrir el capítulo más trágico de la historia

Las ceremonias por los 70 años del inicio de la Segunda Guerra Mundial tuvieron en los discursos su lado formal y previsible, pero también dejaron espacio a lecturas más agudas, aquellas que saben que las palabras nunca son inocentes. Unos veinte jefes de gobierno y de Estado, autoridades de varios países y el encuentro de los viejos enemigos de una guerra que dejó 60 millones de muertos y heridas que no cierran, se reunieron ayer junto al Río Vístula en una tarde de sol para conmemorar un nuevo aniversario del inicio del conflicto. Lo hicieron en Westerplatte, la despojada península en la que los nazis comenzaron la invasión a Polonia el 1° de septiembre de 1939.

Vestida de negro, con una voz potente aunque serena que resonaba entre los árboles, la canciller alemana Angela Merkel no quiso dejar ninguna duda sobre el ajuste de cuentas que su pueblo hizo y aún hace con su historia. «Hace 70 años, con la invasión de Alemania, comenzó el capítulo más trágico de la historia de Europa (.) Ningún país sufrió tanto bajo la ocupación alemana como Polonia», dijo Merkel. «Me inclino ante las víctimas», agregó quien aseguró que «no hay palabras para describir ni aproximadamente el sufrimiento de esta guerra y el Holocausto».

Escuchaban varios jefes de gobierno, entre ellos el italiano Silvio Berlusconi y la ucraniana Yulia Timoshenko y otras figuras políticas europeas como el primer ministro francés Francois Fillon. El discurso más esperado de la tarde no trajo novedades sino confirmaciones: Rusia aún no está en condiciones de pedir perdón por los crímenes cometidos durante los 50 años de ocupación soviética de Polonia como alguna vez hizo el ex jefe de gobierno alemán Willy Brandt, arrodillado ante el monumento a los héroes del ghetto de Varsovia. Por eso, aunque el primer ministro ruso Vladimir Putin volvió a calificar de «inmoral» el pacto de no agresión entre los cancilleres de Stalin y de Hitler de agosto de 1939 (aquel por el que además se repartieron secretamente Polonia y que habilitó a que la URSS se quedara con los Países Bálticos), al mismo tiempo señaló que «todos los intentos por apaciguar a los nazis entre 1934 y 1939 mediante acuerdos y pactos, son moralmente inaceptables». Putin hablaba del pacto de Munich de 1938, en el que Gran Bretaña y Francia aceptaron que los alemanes anexaran regiones checoslovacas. Los rusos vienen acusando duro a los polacos, a quienes echan en cara haber pactado en el 34 con la Alemania de Hitler y con Japón, con la idea de invadir la Unión Soviética y también los acusan de haber sacado tajada del «permiso» británico francés, ya que se quedaron con una parte de Checoslovaquia. La versión rusa relativiza así lo que fue la invasión de Stalin a Polonia, el 17 de septiembre del 39.

Antes de Putin y antes aún de Merkel, había hablado uno de los dueños de casa, el presidente conservador Lech Kaczynski, hermano gemelo del ex premier que cobró fama por perseguir a «Tinky Winkie» el personaje violeta de los Teletubies, por gay. Kaczynski fue rotundo: «En Polonia sabemos reconocer un error sin tratar de justificarnos. La participación de Polonia en la desmembración de Checoslovaquia en 1938 fue no solo un error, sino un pecado», dijo. Claramente Putin tenía su discurso preparado y no contó con semejante reconocimiento del polaco.

En la madrugada, exactamente a las 4.45, había tenido lugar la ceremonia más conmovedora. A esa misma hora, siete décadas antes, el buque Schleswig-Holstein abría fuego contra Westerplatte, donde una guarnición de 182 soldados resistiría una semana el fuego por tierra, aire y mar de 3.000 soldados nazis. En la madrugada doliente, y ante la presencia del último veterano del combate, Ignacy Skowron, Kaczynski había hablado algo de más al comparar al Holocausto con la tragedia de Katyn, una matanza de 22 mil militares e intelectuales polacos, en la ex Ucrania soviética. El presidente mencionó el término «genocidio». No suele caer bien la comparación del exterminio de 6 millones de judíos europeos con cualquier otra cacería organizada.

A media mañana, luego de una reunión a solas, Putin y el premier polaco Donald Tusk anunciaron la creación de una comisión conjunta que tratará los llamados «temas difíciles» y confirmaron que habrá dos institutos, uno en Rusia y otro en Polonia, donde los historiadores buscarán ajustar datos. Estaba todo bien -risitas, bromas, charlas de murmullo- hasta que los periodistas preguntaron por los pactos firmados durante el surgimiento del nazismo. Ahí cada uno se mantuvo en sus dichos y visiones de la historia.