PRENSA

Discurso Ángel Schindel vicepresidente 1º de la DAIA en la Presentación del Informe sobre Antisemitismo en la Argentina

El antisemitismo es una de las formas más antiguas y arraigadas de racismo y discriminación.

La discriminación y el racismo son males basados en el prejuicio, el recelo y la desconfianza, entre otros numerosos factores y preocupan a los estudiosos de las ciencias sociales, particularmente en los campos de la sociología, la psicología social e individual y la política, habiendo trascendido a otras esferas como el derecho. Ello sin perjuicio de aquellos antisemitas que han pretendido fundarlo en razones antropológicas.

Los informes anuales que produce, desde hace más de una década, el Centro de Estudios Sociales de la DAIA sobre el antisemitismo y otras formas de discriminación, además de su rigor científico, constituyen un paradigma para otros grupos o sectores de la sociedad argentina que padecen el flagelo de la discriminación.

En este aspecto, triste resulta decirlo, la DAIA es tal vez la ONG con mayor experiencia en el país sobre el tema. Fundada en 1935 para luchar contra el antisemitismo, profundamente arraigado en el mundo y en la sociedad argentina de entonces, nunca ha dejado de cumplir la función básica de su creación, no obstante lo cual, con el correr de los años, su objeto se fue ampliando para cubrir otras formas de discriminación para, de ese modo, bregar por una vida digna entre los argentinos y todos los hombres de buena voluntad que vienen para vivir en su suelo.

Cabe recordar que DAIA ha sido una de las promotoras de la sanción de la Ley Antidiscriminatoria y es una de las tres ONG´s que tienen un sitio permanente en el directorio del Instituto Nacional contra la Discriminación.

El ámbito universitario es el más apropiado para la presentación de trabajos de investigación, hayan sido o no desarrollados dentro de ella.

El privilegio de poder presentar este informe en el ámbito de la Universidad de Buenos Aires, tal vez la más prestigiosa del país, jerarquiza aún más el trabajo de investigación cuya realización estuvo a cargo, mayoritariamente, por graduados y docentes en ella. Además, por ser una universidad laica y gratuita es, por esencia, manifiestamente antidiscriminatoria.

En este sentido, corresponde agradecer al señor Decano la excelente predisposición de aceptar la sugerencia para realizar este acto en este lugar.

En la discriminación por antisemitismo es imposible ignorar que una de las formas más arraigadas que, durante milenios estigmatizó al pueblo judío, se valió de argumentaciones con pretendida base económica.

En efecto, una de las cuestiones sobre la que existe mayor prejuicio es el de las relaciones del pueblo judío con el dinero. Como ha señalado Jacques Attali en su completo estudio sobre la historia económica del pueblo judío, es un tema que desencadenó tantas polémicas y acarreó tantas matanzas que se convirtió en una suerte de tabú: no se lo puede evocar bajo pretexto alguno por miedo a despertar una catástrofe inmemorial.

Empujados por malignos edictos y autos de fe, a los judíos no se les permitió seguir ejerciendo las tradicionales actividades agrícolas y pastoriles, como desde los orígenes de su asentamiento en la tierra de Canaan.
También les fueron vedados la mayoría de las profesiones y oficios, por lo cual las actividades comerciales y financieras fueron, a menudo, las únicas que tenían permitido ejercer. Se criticó a los judíos por el mismo tema por el cual la sociedad de entonces los obligaba a ejercer actividades por las que simultáneamente se los condenaba.
Hasta hace no muchos años una de las acepciones gramaticales oficiales del idioma español del término “judío” se vinculaba con un apego malsano al dinero.

Mientras que los economistas clásicos, desde Adam Smith en adelante, señalaron el carácter universal del “homo económicus” son muchos quienes aun hoy continúan basando su odio y su prejuicio en la aberrante y odiosa circunscripción de tal conducta como si fuera exclusiva de los judíos y como si quienes esgrimen tan falaz argumento no la tuvieran también.

La condena siempre existió, ya sea porque los banqueros judíos, que no eran los únicos, coadyuvaron al nacimiento del capitalismo o porque Karl Marx, que fue tal vez quien más lo combatió desde el punto de vista científico, también era de origen judío. Ello por cuanto el prejuicio antisemita no se nutre de hechos reales sino de estereotipos construidos, aun si son opuestos: en el estereotipo el judío puede asociarse al capitalismo malsano como al comunista peligroso.

Como señala Jacques Attali, son muchos los que aún creen que existe un pueblo judío unido, rico y poderoso, ubicado bajo un gobierno centralizado, encargado de hacer que funcione una estrategia de poder mundial por medio del dinero. Nos cruzaríamos de ese modo con fantasías que atravesaron todos los siglos, de Trajano a Constantino, de Mateo a Lutero, de Marlowe a Voltaire, de los Protocolos de los sabios de Sión a Mein Kampf, hasta el acervo anónimo presente actualmente en Internet.

Por lo expuesto, resulta auspicioso que sea la Facultad de Ciencias Económicas de la U.B.A. la que brinda el marco para la presentación de esta edición del informe producido por el CES de DAIA.

Por todo ello, nuevamente: Al Sr. Decano y a las restantes autoridades de esta casa tan querida por mí: Muchas gracias