PRENSA

Discurso del presidente de la DAIA, Sr. Aldo Donzis, en el acto conmemorativo de las victimas y sobrevivientes judíos de la Shoá en la embajada de la federación de Rusia

Señor Embajador, distinguidos invitados, queridos sobrevivientes, señoras y señores:

El 22 de junio de 1941 el ejército nazi desató la Operación Barbarroja, invadiendo el territorio de la entonces Unión Soviética, como parte de su plan siniestro de ocupación, sojuzgamiento y expansión territorial.

Mientras las tropas avanzaban hacia el Este, eran acompañadas por los Einsatzgruppen, los escuadrones de la muerte preparados para exterminar a líderes políticos, a la intelligentsia bolchevique y especialmente a la población judía. Asistidos por colaboracionistas locales, rápidamente ejecutaron a balazos y sepultaron en fosas comunes a la mayoría de los judíos de los Estados Bálticos de Bielorrusia y de Ucrania.

Como siempre nos recuerda Elie Wiessel, no todas las víctimas fueron judías, pero todos los judíos fueron víctima.

Aproximadamente 1.300.000 judíos, casi la cuarta parte de todos los que murieron en la Shoá, fueron asesinados uno a uno por los 3.000 genocidas de los Einsatzgruppen.

El ejército alemán doblegó rápidamente a la Unión Soviética. Sus habitantes comenzaron a huir hacia el Este, incluyendo a aquellos judíos que pudieron hacerlo, quienes se encontraban desvalidos y sin una estructura comunitaria que pudiera asistirlos, ya que desde la Revolución Rusa de 1917, todas las organizaciones judías estaban prohibidas. Por otra parte, centenares de miles de hombres judíos estaban lejos, sirviendo en el ejército ruso, y no podían acudir en auxilio de sus hermanos.

Es importante dar a conocer que más de 160.000 soldados judíos que integraban las tropas soviéticas fueron condecorados durante la Segunda Guerra Mundial.

La única posibilidad cierta de resistir era escapar y unirse a los partisanos rusos. Alrededor de 10.000 judíos combatieron junto a ellos y familias enteras establecieron campamentos ocultos en los bosques.

A diferencia de otras zonas ocupadas por las hordas nazis, en la Unión Soviética se desató una guerra de aniquilación, puesto que Hitler había planificado destrozar completamente el poder bolchevique, al que señalaba como un producto de la conspiración judía para dominar el mundo.

El heroísmo y espíritu de sacrificio de los combatientes y civiles rusos que enfrentaron al nazismo, que resistieron el hambre y las privaciones del prolongado sitio de Stalingrado posibilitó que a fines de 1942 se iniciara la contraofensiva y durante los dos años siguientes fueron recuperando su territorio.

La mayoría de los judíos de la entonces Unión Soviética fueron exterminados durante el año 1941 y comienzos de 1942. No podemos ignorar que el exterminio de 6.000.000 de nuestros hermanos, 1.500.000 de ellos niños, fue orquestado y ejecutado por el perverso régimen nazi, pero que contó en muchos países ocupados con la entusiasta participación de colaboracionistas antisemitas locales, quienes participaron activamente de las redadas y asesinatos. Rusia no ha sido una excepción, ya que el germen antisemita calaba hondo en muchos sectores de la población.

Al mismo tiempo, el exterminio de nuestros hermanos por su sola condición de judío no mereció la consideración y consiguientes acciones para protegerlos, para bombardear las líneas férreas que conducían al campo de la muerte, para asumir y señalar ante el mundo que se estaba perpetrando el genocidio de un pueblo. Sólo un ejemplo de ello lo constituye un documento secreto, recientemente desclasificado, denominado Declaración Sobre la Responsabilidad de los Nazis por las Masacres que Cometen. El Anexo al Protocolo Secreto de la Conferencia de Moscú, de octubre de 1943 compartido por Gran Bretaña, los Estados Unidos y la Unión Soviética, asume el compromiso de estos Estados para, una vez finalizada la guerra, juzgar y castigar a los nazis que hayan sido responsables por masacres en los países ocupados. En él se detalla los crímenes cometidos contra oficiales de diversas nacionalidades, campesinos, el exterminio del pueblo de Polonia, el exterminio de la población en los territorios de la Unión Soviética…ninguna referencia a la ejecución en masa de la población judía por su sola condición de tal.

Nuestro pueblo tiene memoria. Recuerda con emoción y admiración a quienes lucharon contra la bestia nazi y protegieron vidas judías, pero también recuerda y recordará siempre a quienes fueron partícipes del sufrimiento y eliminación física de nuestros hermanos.

Hoy, aquí, ejercemos el sagrado deber de la memoria.

Recordar no es vivir en el pasado, es hacerlo presente para preservar el futuro.

Cuando asistimos a episodios de antisemitismo en muchas latitudes, también en Rusia, cuando somos testigos con asombro e indignación de que el Jefe de Estado iraní niega la Shoá, llama a la destrucción del Estado de Israel y amenaza la paz y la estabilidad internacional, anticipando la probable utilización de terroristas suicidas, como los que enviaron aquí a Buenos Aires a atacar nuestra sede, los líderes de las naciones democráticas deben hacer frente a la amenaza, deben denunciarla, deben combatir toda expresión de antisemitismo, discriminación y racismo, deben aprender las lecciones del pasado.

Hoy rendimos tributo a los mártires, a quienes combatieron en los bosques y en los guetos, a los justos que honraron la dignidad humana, a los sobrevivientes que con dedicación y compromiso con la educación de las jóvenes generaciones sobre el horror vivido, contribuyen a construir suna sociedad mejor.

También honramos a las tropas aliadas de diversas nacionalidades, en particular hoy a los soldados rusos que lucharon y murieron para impedir que el nazismo pudiera apoderarse del mundo.

Señor Embajador, gracias por abrir las puertas de su representación diplomática para que podamos compartir este homenaje y así renovar juntos el compromiso de no tolerar el antisemitismo, el terrorismo fundamentalista, la xenofobia y el racismo.

Muchas gracias.